La evolución de mis estudios de arte

Estudio en Coyoacan 2014.2017
Estudio en Coyoacan 2014.2017


EL ORIGEN DE MI MUNDO 

1995. León 


"El estudio de arte es el reflejo del artista, de su momento de su búsqueda y de su esencia". 


Cuando recuerdo mi infancia me doy cuenta que he tenido muchos pequeños estudios de arte. 


El primero que recuerdo fueron las paredes de mi casa, en donde comencé a dibujar algunos garabatos y descubrí que si tus padres te dan libertad debes disfrutarla.


Conforme fui creciendo los cuadernos escolares se convirtieron en espacios llenos de magia en donde me gustaba dibujar grandes edificios y ciudades.


Este gusto por dibujar escenas urbanas hicieron que mis padres me imaginarán como un futuro arquitecto.


A los doce años mi mundo fue creciendo y el papel de mis cuadernos dejó de ser solo para dibujar. 


Mi forma de crear aventuras se transformó y comencé a escribir acerca de mi vida como adolescente.


De esta manera, la escritura se combinó con el dibujo desde diarios que reflejaban mi entorno de una manera muy peculiar. En cada cuaderno había inventado lenguajes  que mostraban como cambiaba mi forma de ver las cosas.


Este podría considerarse mi primer estudio formal, ya que como una rutina no deje de dar seguimiento a este medio de expresión por casi cinco años.


De manera simultánea, los juegos de armar con piezas fueron mi nueva manera de crear. Deje salir al arquitecto y desarrolle el diseño gráfico e industrial desde la tercera dimensión como un juego natural. 


Pase de escribir sobre una mesa para construir en ella  como una extensión de mi mente.


La casa de mis padres era muy grande y eso me permitía explorar nuevas posibilidades de evolución.


Cuando uno es un niño difícilmente se da cuenta de que está proyectando su futuro en sus juegos. En mi caso se trataba de la primera evidencia del escultor y el arquitecto.


La escritura y la construcción se combinaron de una manera muy natural que me sumergía en una realidad que sólo me pertenecía a mi.


Sin embargo, me gustaba compartirla con algunas personas que entendían mi pasión por esos mundos secretos.


EL ENCUENTRO CON LA PINTURA 

2000. León 


A mis 16 años, comencé a desarrollarme de manera más formal como dibujante en un taller escolar.


Recuerdo mi miedo por explorar las técnicas pictóricas y como con el tiempo fui creando confianza en la técnica del óleo.


El interés en el dibujo crecía tan rápido que busque un espacio en casa en el cual pudiera continuar explorando las posibilidades.


Es así como en esa búsqueda mi segundo taller formal se integró por una mesa pequeña de madera, un block de dibujo, tres lápices y una goma.


En ese lugar pasaba horas dibujando y poco a poco se volvió parte esencial de mi rutina.


En la escuela preparatoria me fui desarrollando cada vez más en el área artística. Con mis primeros trabajos al óleo empecé a mantener una constancia y un ritmo creativo. 


A mis 17 años se me comisionó para realizar una pintura para la capilla de la escuela, lo que me permitió perfeccionar mi técnica y hacerme de mi primer caballete  así como de material más profesional.


De esta manera fui dejando de lado la escritura y me concentre más en la pintura. El caballete y mi mesa ocuparían un espacio físico cada vez más importante en mi vida.


En casa de mi padres fui apropiándome del sótano como mi lugar favorito, por estar alejado de todo. Era aquí donde dedicaba días enteros a pintar y mejorar desde la práctica.


Mis materiales y mis lienzos fueron acumulándose y mi primera colección fue creciendo.


Mi madre atenta a mi nueva pasión me alentó siguiendo el desarrollo de mis piezas que en ese entonces eran reproducciones de paisajismo europeo. 


ENTRE MAQUETAS Y LIENZOS 

León. 2001


En el año 2001, comencé a estudiar arquitectura y el sótano de casa de mis padres  se convirtió aún más  en mi taller de proyectos escolares.


Para ese momento había desparecido la escritura de mi rutina y me fui concentrando en el diseño de proyectos y en empezar a crear mis primeras pinturas originales.


Los bocetos de mis primeras obras estaban almacenados en blocks de dibujo que años antes mostraba como mi galería personal en los salones de clases.


Mis amigos eran mi público cercano y con ellos compartía mis nuevas creaciones como esa necesidad de comunicar mis ideas.


Durante la universidad mantuve mi afición por la pintura y esto me permitió administrar mi tiempo entre los estudios y mi obra pictórica , lo que hizo que cada vez me volviera más disciplinado.


Con el tiempo dejé de construir con aquellos juegos de armar y mis maquetas fueron ocupando su lugar.


Aquel sótano era testigo de mis procesos creativos y me emocionaba llegar ahí y empezar a crear. Era un sitio muy grande y está muy buen iluminado durante todo el día. Tenía grandes ventanales y una vista a un gran patio que integraba un jardín.


Creo que en todos mi talleres de arte siempre buscaba repetir esa característica como un recuerdo vivo. 


Conforme pasaron los años fui almacenando mis cuadros , proyectos escolares, planos y libretas de dibujo en aquel lugar. Estaba empezando a crear mi archivo como artista y una clara evidencia de mi búsqueda constante.


EL ARTISTA INDEPENDIENTE 

León 2012


En 2012, fue cuando decidí dejar la casa de mis padres para compartir mi primer departamento. 


Una mesa de trabajo y mi caballete simulaba un estudio improvisado en una estancia entre una sala y un comedor. 


Empecé a combinar un hogar con un estudio y con el tiempo fui convirtiéndolo en una pequeña galería. 


En este lugar empezaría a recibir visitas de mis primeros  coleccionistas y empecé a dar mis primeras clases. 


Fue también cuando empece a impartir clases como exalumno en mi universidad en el área de arquitectura. 


De alguna manera empezaba a crear mi vida mediante caminos más serios que me ayudarían a desarrollarme como artista. 


Durante los cinco años anteriores había ejercido la profesión como arquitecto en el área de diseño. Esto me permitió conocer el medio y crear un propio lenguaje en la arquitectura, aunque también fue cuando me di cuenta de que no era así como me sentía totalmente libre. 


Cada experiencia laboral me mostraba una serie de limitaciones que fueron creando dudas en sí realmente esa era la forma en que podría construir mi mundo. 


A la par de trabajar en oficinas de arquitectura, mantuve mi hábito de la pintura, ya no solo desde casa sino empezando a gestionar mis primeras exposiciones individuales. 


Al principio fue en algunos cafés y poco a poco empecé a buscar centros culturales y universidades.


Todas esas razones me habían hecho pensar en que era momento de ser más independiente y comenzar mi camino en las artes. 


La transición hacia una nueva etapa me haría descubrir que pronto León ya no sería suficiente para mí. 


MI ESTUDIO EN LEÓN 

2012, León 


Este primer departamento estaba ubicado en un tercer piso y también tenía una ventana que abarcaba todo el frente. Esto me permitía disfrutar de cada atardecer frente a un paisaje natural que era maravilloso.


Durante cinco años empecé a participar en convocatorias estatales de instituciones gubernamentales dirigidas a jóvenes. 


Esto me fue dando proyección y presencia a nivel local y me vinculo con espacios culturales importantes. 


Con el tiempo el medio artístico empezó a ubicarme y después de presentar en 2010 mi primera exposición en el Museo de la Ciudad, extendí mi búsqueda hacia fuera de la León ya que empecé a sentir que daba vueltas sobre lo mismo. 


Los últimos dos años que permanecí en León, los dedique a gestionar proyectos en otras ciudades. 


Después de ganar un concurso de arte por trayectoria artística y uno más con una obra pictórica, pude financiar mi primer material profesional. 


De esta manera comencé mi primera colección pictórica titulada Onírica, la cual desarrolle durante un año completo.


Meses después como resultado de mi gestión en Guanajuato presentaría esta serie en la Universidad de Guanajuato y el Museo José Tomás Chávez Morado.


Esas dos exposiciones fueron las últimas que presenté en Guanajuato antes de mover mi estudio a Coyoacan en la Ciudad de México.


Seguido por un impulso y una propuesta fallida por parte de un amigo para tener residencia en la Ciudad de México, empecé a creer en la posibilidad de cumplir esa nueva ruta. 


Mi mente empezaba a acostumbrarse a la idea y creo que el ser obstinado me llevó a lograr ese cambio de dirección. 


Una ciudad totalmente desconocida me retaba a conquistarla y aparecio un deseo de conocer el ambiente artístico de ese gran universo. 


De inmediato me fascinó la aceleración de ese mundo desconocido y comencé a integrarme a ese inconsciente colectivo. 


Visitando de manera esporádica algunas zonas de Coyoacan, como punto inicial de búsqueda, fui recorriendo las calles en busca de mi nuevo estudio. 


Había elegido esa ubicación sin darme cuenta de la importancia que tenía en el medio artístico y con el tiempo entendí que no había sido una coincidencia. 


Después de varios fines de semana logre encontrar un departamento cerca del centro de Coyoacan. 


Mi emoción se desbordó cuando por primera vez recibí las llaves de ese lugar. 


Estaba por comenzar mi evolución y ya no había marcha atrás. 


MI ESTUDIO EN COYOACAN 

Ciudad de México. 2013


En este departamento pude ubicar el estudio en una habitación completa, en donde almacenaba y creaba mi obra. La otra parte de él departamento se mantuvo como mi casa. 


Con el paso del tiempo fue cambiando mi etapa personal de vida y  empecé a extender el estudio a todas las habitaciones. 


Constantemente cambiaba cada espacio y este hábito se fue convirtiendo en un símbolo de renovación, que hasta ahora ha sido parte de mi forma de cambio. 


Desde mi llegada comencé a capturar todas esas escenas que me rodeaban a diario y así fue que comencé mi primera colección urbana "Efervescencia". 


Esta serie pictórica era una reinterpretación directa de la Ciudad de México. Integrada por dibujos y pinturas la propuse por única ocasión en una galería después de dos años intensos de trabajo. 


Desconocía qke esa sería la última exposición que realizaría en esa ciudad. 


Al mismo tiempo que realizaba este proyecto me dedique a gestionar exposiciones en diversas instiruciones académicas como parte de dar a conocer mis colecciones realizadas durante los 10 años anteriores. 


Empecé a impartir clases en Coyoacan y en mi estudio. Esto me permitió desarrollar mis propios métodos de enseñanza, los cuales practique desde diferentes áreas de creación, entre ellas el diseño de joyería. 


Desde mi llegada a la Ciudad de México empecé a recurrir a libretas de dibujo o diarios urbanos, que con los años se volvieron una extensión de mi estudio de arte.


Una mochila me acompañaba a todas partes con tres formatos de libretas de dibujo, pinceles, acuarelas y plumas. 


Podía pasar horas en cualquier lugar creando composiciones experimentales que reflejaban mi vida y mi momento. 


También decidí llevar mi estudio de arte a los parques, principalmente al centro de Coyoacan. En este lugar improvisaba con un caballete, una tela y pinturas acrílicas.

Era un pequeño mundo donde pasaba tardes enteras dedicado a capturar el sonido. 


Sería ahí donde descubriría mi interés por recrear el sonido a través del color en paisajes abstractos. 


A finales del 2016, empezaría a surgir mi técnica pictórica en oleo que hasta la actualidad se ha ido renovando a través de la experimentación. 


MI PRIMER TALLER DE ESCULTURA 

2015, Ciudad de México 


Cuando aún estaba viviendo en León, decidí entrar a un taller de escultura en donde tuve mi primer acercamiento de manera formal con el barro.


El año anterior había incursionado en concursos de escultura y aunque no tenía las bases académicas, desarrolle tres piezas con procesos experimentales. 


Este interés crecería al recibir premios y reconocimientos por mis piezas que aunque no seguían una técnica estricta, reflejaban mis bases teóricas como arquitecto. 


De la misma manera, durante unos meses fui invitado a diseñar prototipos industriales de displays para stands comerciales , lo que me ayudó a reforzar mi desarrollo en la tercera dimensión. 


En 2015, conocí un taller de escultura en donde empecé a incursionar en la técnica cerámica. Los procesos pictóricos y de dibujo que llevaba tiempo desarrollando en algunos cuadernos se mezclaron en esta nueva faceta. 


Bocetos realizados meses atrás, fueron el punto de partida de mis primeras piezas. Después que conocí la flexibilidad del material, decidí crear mis esculturas desde la improvisación más que siguiendo algún dibujo en concreto. 


Este método me fue muy útil ya que sentí mi proceso mental evolucionó y a través del material fui encontrando un lenguaje propio desde mi primera pieza. 


Creo que la escultura fue la que me encontró a mi al igual que mis diferentes estudios de arte. Me sentía tan cómodo creando que me daba cuenta de que mi faceta de escultor estaba guardada sin darme cuenta. 


Fue tan fuerte el impacto que generó la escultura en mi mundo que por un tiempo abandone la pintura y me concentre en crear la que sería mi primera colección de cerámicas. 


Empecé a crear una nueva dinámica creativa en la cuál modelaba mis esculturas desde mi estudio personal  y en el taller externo resolvía la parte técnica que consistía en fabricar el material y hornear las piezas. 


Por esta razón una de las habitaciones de mi estudio se convirtio en un primer taller de escultura.


Una vez que terminé cinco piezas pequeñas, empecé a gestionar una exposición en la Universidad de Guanajuato. En 2017, se aprobó mi propuesta y de esta manera tuve mi presentación como escultor con mi serie titulada "Automatismos". 


Fue hasta septiembre de ese mismo año que pude financiar tres bronces, los cuales fueron concluidos a finales de año en una fundicion al sur de la Ciudad de México. 


UN ESTUDIO DE ARTE ATRAPADO

2017. Ciudad de México 


Era la primera vez en casi cinco años que sentía que mi vida y mi profesión parecían estar en sincronía con esa ciudad. 


Había entendido su ritmo y empezaba a visualizarme ahora como escultor. Desde mi llegada siempre pensé que permanecería muchos años viviendo en ese estudio pero un 19 de septiembre de 2017 todo cambió. 


El destino me dio una última lección de vida y quizá se trataba de mi examen personal para saber que tanto había aprendido estando solo durante tres años. 


Un sismo que ya una semana antes se había anunciado con menor intensidad, convirtió la zona donde vivía en zona de riesgo dejando mi estudio en un futuro incierto. 


Admito que por momentos creí haber perdido todo y hasta cierto punto llegué a aceptarlo. 


Con la esperanza de que pudiera sacar mis cosas de ese lugar lo antes posible empezó un proceso de resiliencia durante el cual inicie el desmontaje de mi taller. 


Este proceso duraría dos semanas completas en donde la incertidumbre me hacía creer por momentos que había perdido todo. 


La situación tan caótica, el estrés y una sensación permanente de angustia  en sus habitantes , había herido esa ciudad que había adoptado de alguna manera como mi hogar.


Me dolía tanto esa energía que se percibía que decidí hacer un cambio drástico. Vino a mi mente la ciudad de San Miguel de Allende como la transición y Barcelona como mi nuevo destino.


DESDE LA RESILIENCIA 

2017, San Miguel de Allende 


Siguiendo una promesa que había hecho semanas después del sismo, un mes después me propuse  visitar San Miguel por tres días con el objetivo de encontrar mi nueva casa.


El segundo día de mi viaje descubrí mi estudio de una manera sorpresiva siendo este el único sitio que había investigado y el cual parecía estarme esperando desde hacía un mes. 


Ubicado en el corazón de San Miguel de Allende, me emocione tanto que hice todo lo posible para acelerar el proceso de mudanza. Sin embargo, no estaba en mis manos lograrlo pronto ya que esta vez dependía de autorización de la autoridad local. 


A los pocos días de llegar a ocupar mi nuevo estudio, decidí que esta vez no podía limitarlo a un lugar solo mío y fue así que comenzó la historia de OPEN STUDIO MÉXICO.


En mis primeras semanas preparé una inauguración pública que sería mi cierre de año y el inicio de una nueva etapa como artista. 


El primer día del año, ya con acceso libre al público, logre vender mi primer cuadro. 


De alguna manera era una señal de todo lo que pronto ocurriría. 


Pronto empecé a desarrollarme como gestor y promotor de conciertos y eventos culturales de manera pública e independiente.


Considero que la energía que me alimento durante casi cinco años en la Ciudad de México, me dio una visión mucho más amplia para mis proyectos personales.


Era el momento perfecto para mostrar todo lo que había aprendido como artista ya que los límites habían desaparecido y ahora todo era posible.


Este estudio de arte integraba una galería, mi casa, un patio de eventos y un gran mural de acceso que marcaría una nueva visión desde mi mundo.


BIENVENIDO A OPEN STUDIO MÉXICO 

2017. San Miguel de Allende 


Mi estudio de arte en San Miguel de Allende era la primera oportunidad de hacer cosas grandes.


Desde mi llegada a la ciudad empecé a generar un concepto para mi estudio.


El nombre debia tener impacto y ser un símbolo de lo que quería transmitir ya que me sentía libre y con ganas de resurgir y compartir. 


Open Studio México me parecía un nombre que integraba la idea de un lugar abierto a todo tipo de proyectos. Abrí las puertas de mi hogar al público un 16 de diciembre por la noche. 


El acceso desde la calle tenía un marco de luz que delinea el pasillo principal hasta llegar a un mural de acceso como un primer vestíbulo. 


El objetivo de la iluminación era invitar a explorar cada rincón de una manera libre.


Recuerdo que cuando alguien entraba, solo podía verme hasta el fondo del patio pintando y dependía de esa persona llegar a conocerme después de recorrer cada sala de exposición.


Tener esa libertad de curiosear como un niño me parecía que debia ser algo necesario de rescatar. 


Creo que quien entraba a mi estudio sin saber de que trataba era porque tenía el deseo de búsqueda. El que busca encuentra y cuando no tienes expectativas siempre hallarás más de lo esperado.


De eso se trataba mi hogar, no sólo de conocer la obra en una galería sino de ver el hogar del artista y su vida.


Creo que el estudio es el reflejo más claro de la esencia de  un artista ya que es fácil sensibilizarse cuando se está rodeado de su mundo.


Un mes después de haber inaugurado el espacio, comencé a organizar una serie de conciertos con la intención de promover artistas mexicanos que necesitaban un foro.


Mi idea era que la música fuera un protagonista de la misma importancia que una exposición de arte con el fin de crear una experiencia diferente.


Así como entraba público ajeno al arte también comencé a conocer artistas que se fueron sumando a propuestas musicales con el concepto de compartir y promover su arte.


En enero presente un concierto ensayo acústico en el interior del estudio y una semana después se presentó oficialmente el concierto de jazz en el patio que más tarde nombraria como "el patio del color".


Una semana más tarde ya estaba preparando un concierto masivo de rock. Dos bandas de la ciudad de León, de donde soy originario, tocarían su música original para darse difusión al público nacional y extranjero.


Cada evento representaba un esfuerzo enorme ya que nunca había organizado eventos de esa escala. El espacio permitía pensar en un aforo de 50 a 100 personas dependiendo la propuesta.


En este caso era yo quien visualizaba, invitaba y difundía cada evento. Desde la difusión impresa y digital hasta la prensa escrita, en radio y televisión.


Empecé a usar mi imagen física como algo público y de esta manera mi rostro fue generando impacto y controversia por la manera en que jugaba con él.


El miedo a ser expuesto dejaba de existir y el atrevimiento era cada vez mayor. Ese lugar me impulsaba a ir siempre mas lejos y crear nuevas fórmulas.


Cada prueba era aprendizaje y mis inicios como gestor cultural me motivaban para trascender en esa ciudad.


Terminando estos tres conciertos decidí tomarme un descanso para pintar y promoverme como artista en galerías.


En los primeros meses de 2018 logré posicionar mi obra en un complejo de arte  y poco a poco fui encontrando mi público en una galería. 


De esta forma combine mi estudio galería con espacios externos. Me concentre en la venta y exposición de mi obra y dejé un poco la realización de eventos por la saturación que había vivido en los primeros conciertos.


Una vez que empecé a tener respuesta por parte del coleccionismo extranjero y local, retome mis eventos de música.


En mayo organice una jam session con 10 músicos locales que para apoyar mi estudio presentaron durante dos noches una improvisación en vivo en donde se mezclaron todo tipo de instrumentos.


Esa noche conocería de cerca el ambiente de la música y la conexión que se crea a través del sonido.


Mis eventos posteriores se pospusieron hasta 2019, cuando decidí promover sesiones de pintura libres en gran formato sobre el pasillo principal del patio. A este espacio desde el principio lo nombre el " callejón cósmico".


Este espacio lineal tenía una instalación de luz en zig zag con el fin de simular un túnel de estrellas que se mezclaba con el cielo nocturno.


En este lugar cada tarde y noche iba vez que se ocultaba el sol, montaba una exposición al aire libre como bienvenida al visitante.


De esta manera la iluminación iniciaba desde el acceso a la calle, delineando el pasillo general que integraba un primer mural multicolor. Este se mezclaba con otro en el vestíbulo principal del estudio en donde una imagen simbolizaba el momento de vida que vivia por medio de colores y figuras. 


Atravesando este espacio una puerta se comunicaba con la exposición del callejón cósmico que comunicaba tres salas interiores con diferentes temáticas. Al fondo en el patio del color se encontraba mi taller al aire libre donde las mesas de trabajo se llenaban de materiales y cuadernos disponible al público.


En este espacio una bugambilia rosada daba vida al lugar y unas escaleras oníricas en planta alta llevaban a una terraza. Este era mi lugar favorito ya que una hamaca permitía observar el firmamento lleno de estrellas.


A este sitio lleno de magia le llame "mirador de estrellas" por ser donde terminaban la mayoría de las veces mis jornadas creativas. Era el sitio donde por las noches veía la luna, que parecía acompañarme secretamente.


En cada una de las cinco temporadas que viví en este sitio cada habitación fue cambiando como esa incesante metamorfosis. Los colores también fueron cambiando, desde los rojos, negros y blancos, en un inicio, hasta integrar azules y naranjas como una evolución.


La energía que contenía cada habitación era algo que los visitantes reconocían mientras contaba el origen de mi estudio y parte de mi vida.


Mi estudio se volvió parte de un tour de arte que invitaba a grupos de turistas a descubrir mi mundo y de esta forma empezó a ser una referencia cultural desde otro enfoque.


Pará el último año en el que permanecí ahí, me concentre en regresar mi estudio a mi hogar privado y empecé a desarrollar exposiciones afuera del mismo.


En ocasiones lleve un pequeño taller de pintura o escultura al jardín principal para llenarme de la atmósfera de la gente.


También lo hacía con el fin de romper la formalidad del artista como el personaje oculto detrás de su obra en una galería.


Siempre busque esa conexión humana que alimentará mi espíritu y fuera un medio para compartir historias personales.


San Miguel me dio durante dos años y medio esa posibilidad de encontrarme con personas que bajaban el ritmo de su vida cotidiana para darse el tiempo de escuchar y ser escuchados.


En mis largas conversaciones en aquellas bancas del jardín principal coincidí muchas veces con esa energía que se alimentaba por las personas. Por alguna razón esa ciudad y ese sitio en especifico atraían energías muy intensas que hacían que las personas conectarán.


Creo que solo estando abierto a esa energía es como puedes conectar con quienes aguardaban en secreto sentados tantas tardes y noches como una rutina o un hábito de buscarse entre sí.


No se si era coincidencia pero esa banca donde yo normalmente me ubicaba en ese jardín, se alineaba físicamente con la ubicación de mi estudio.


Me había apropiado de ese y otros lugares que secretamente conquiste en tantas caminatas donde una libreta fue mi cómplice y en la cual dibujaba o escribía una parte de esa etapa de vida.


En noviembre de 2019, una noticia repentina cambió mi rumbo como artista ya que una Bienal de arte en España me invitaba a viajar por primera vez al ser seleccionada una de mis esculturas para representar a México.


En este viaje inventaria un estudio de arte que sería mi refugio personal.


ARTE LEJOS DE CASA 

2019, Barcelona 


Una vez que solucione todos los preparativos de esta nueva aventura me dispuse a despedirme por tres meses de mi estudio en San Miguel. 


Aunque estaría cerrado al público, las anteriores tres semanas no me habían permitido embodegar en algún sitio mis cosas. 


Había sido tan rápido todo este proceso de transición que solo tuve un momento para despedirme de mi estudio. 


Era tan difícil soltar mi mundo aunque sabía que encontraría grandes cosas en aquel continente. 


Mi intención de estar presente por un lado era crear vínculos con instituciones de España pero también ir en busca de mi nuevo hogar. 


Mi plan era mantener mi estudio de San Miguel mientras empezaba a construir uno nuevo en Barcelona, ciudad que me parecía la indicada para tener esa proyección que siempre había estado buscando. 


Durante las dos primeras semanas fui parte de los recurridos artísticos dentro de la IV Bienal de Arte en el centro de Valencia, en los cuales conocí a artistas locales y sedes culturales. 


Mi escultura seleccionada meses antes por el comité permanecía en un a centro cultural ubicado en el centro de la ciudad. 


Siguiendo un nuevo impulso me dirigí a Barcelona, con la firme idea de encontrar mi nueva casa. 


El primer dia visite un taller que buscaba un artista con la promesa de abrir cursos de dibujo y pintura. 


Esa había sido la razón por la que había dejado Valencia y era la primera puerta que se abrís para mí. 


Por tres semanas estuve cambiando de hostales y algunos de ellos se convirtieron en pequeños fragmentos de estudios. 


A su vez, adopte la sede donde me habían invitado a dar clases como un taller personal. Aquí desarrolle durante una semana, un proyecto de maqueta pictórica sobre la obra de Gaudí. 

Este lugar se convirtió en mi hogar y donde me sentía en paz. Podía sentir de alguna manera mi mundo y fue donde como artista resurgia de pronto, entre situaciones complicadas que empecé a vivir como extranjero. 


Compre algunos materiales que me sirvieron de rescate frente a una ciudad fría y acelerada. 


Una vez más el arte me salvaba de un mundo desconocido del cual era ajeno pero tenía que enfrentar. 


RESURGIENDO

2020, San Miguel de Allende 


En diciembre, decidí regresar como resultado del fin de una búsqueda. Había encontrado demasiado y era hora de cerrar ese viaje de manera inesperada. 


Permanecí en Ciudad de México y en León los últimos días del año como una necesidad de descanso ante un cansancio acumulado. 


El regreso a mi estudio fue muy fuerte ya que miles de recuerdos de mi viaje y sentimientos encontrados me mantuvieron varios días sintiéndome fuera de lugar. 


Poco a poco me fui adaptando nuevamente a mi mundo pausado por el tiempo. 


Esta vez debía tomar fuerzas para buscar resurgir desde otra faceta que ya anted había vivido. Esta vez desde un mejor enfoque construiria mi mejor etapa como gestor de mis exposiciones. 


De enero a marzo me dedique a promover nuevos proyectos y abrir nuevas puertas que me apasionaron profundamente. 


Cinco exposiciones casi simultáneas eran mi impulso para reinventarme y trascender en esa ciudad. 


Regresaba con unas ganas enormes de crecer y ahira no había marcha atrás. Todas las piezas estaban en su sitio y las apuestas hechas valientemente. 


Nunca imagine que una crisis mundial seria la causante de derrumbar una a una mis estrategias. 


Desde hacía 8 meses ya percibía que era necesario dejar aquel lugar y está situación simplemente detonó la decisión. 


EL FINAL DE OPEN STUDIO MÉXICO 

2020, San Miguel de Allende 


En abril oficialmente comencé el desmontaje de mi estudio de arte. 


Tres semanas fueron necesarias para despedirme de un lugar lleno de magia. 


El ciclo debía cerrarse y estaba preparado para enfrentar nuevos retos. 


Esta vez sin proyectos inmediatos y con el arte en un profundo duelo debía irme a otro lugar. 


Una sensación similar al sismo ocurrido dos años atrás me mantenía en un nuevo proceso de resiliencia. 


Mi decisión más cercana era llevar un pequeño taller de escultura a León donde permanecería un tiempo hasta que todo tomará su lugar. 


La mayor parte de mi estudio se embodego en un sitio seguro esperando ver la luz pronto. 


Me instale al día siguiente de mi llegada con lo esencial para crear algo de obra y dar seguimiento a la difusión digital. 


Mi mundo ahora se mantendría desde la virtualidad y debía adaptarme a un nuevo ritmo de vida. 


UNA NUEVA RUTA 

Mayo 2020 Querétaro 


Dos semanas después de estar viviendo nuevamente en León, decidí por un impulso salir a buscar una nueva experiencia. 


Esta vez soltando lo poco que quedaba de mi estudio en León, me dirigí a una nueva ciudad. 


Queretaro extrañamente había aparecido en el mapa como un punto de enlace entre las dos ciudades donde había vivido. 


Consegui una libreta de dibujo y una pluma, las cusles serían mi nuevo estudio de arte. 


Después de todo, el origen de mi mundo habia comenzado hace 25 años justo de la misma manera. 


Era momento de volver a empezar... 


EL FINAL DEL CICLO 

Julio 2020 Querétaro 


Durante dos meses viví a treinta minutos de la ciudad, lo que me permitió despejarme de muchos cambios en tan poco tiempo.


La libreta con la que llegué a ese lugar se convirtió poco a poco en mi diario personal.


Las primeras páginas abarcaban dos momentos muy fuertes en León , para los cuales era necesario plasmar mis emociones directamente.


Poco a poco se fue convirtiendo en un tesoro personal , al punto que deje de llevarla a todos los recorridos que hacía caminando en la ciudad.


Fue así que crecí mi estudio con otras dos libretas y más material de dibujo .


Durante mi segunda semana desarrolle mi nueva faceta como ilustrador , permitiéndome encontrar un lenguaje después de haber creado más de tres mil dibujos en los diarios de la Ciudad de México y San Miguel de Allende durante más de cinco años .


De manera sorpresiva comencé a crear mi primer proyecto artístico de Querétaro desde un lugar al que nombre "mi planeta ". 


Mi mente de desarrollo como un juego lúdico entre mi realidad y mis reflexiones internas .


Para inicios de julio fui llamado para un nuevo proyecto que seria la señal de mi despedida anticipada de esa ciudad.


Mi vida estaba cambiando nuevamente muy rápido y dos noticias simultáneas impactarian mi vida, una tragedia y un nuevo mundo .


Se me presentaba la oportunidad de vivir en Los Cabos (en el extremo del país) como una puerta abierta a mis obras para ser parte de un proyecto . 


La tragedia era que tras haber llovido intensamente en donde estaban mis libretas la habitación se inundó y se había perdido todo el trabajo creativo de dos meses y mi confesión personal de las primeras páginas .


Decidí tomar ambas noticias como un cierre y un reinicio donde debía soltar de alguna forma ese proceso personal para aventurarme y definirme al fin como un artista nómada.


Un día después y con la intención de preparar una nueva transición , lleve mis cosas y mi estudio a León para integrarlo con el que había dejado guardado durante mi salida a Querétaro .


Esta vez debía entender que mi mundo estaría muy lejos de lo que conocía y mi único equipaje seria toda la experiencia adquirida durante siete años cumplidos días antes desde mi salida de León.


Estaba esperándome una nueva forma de entender mi vida y mi estudio se iba a inventar una vez más...


CONTINUARÁ ...


Estaba a pocos días 











Oliver Martínez   




























El sismo

Capítulo 1

 

Cuando pensamos en que las cosas en nuestra vida pueden cambiar, casi nunca estamos preparados para la llegada de ese cambio. 

 

Ese 19 de septiembre no era un día común y todos los habitantes de la ciudad de México lo sabían. Se conmemoraba un aniversario más del sismo del 85.

No se trataba de generar miedo por esa razón pero si tener presente un dua tan trágico que difícilmente se podría borrar de la memoria de los mexicanos. 

 

A todos nos marco de alguna forma, ya sea a través de la noticia por la radio o televisión en otras ciudades del país o viviendo el caos desde dentro.

 

Además, unos días antes en la madrugada, un temblor de gran magnitud había sacudido a la ciudad y la gente en general estaba vulnerable a ese hecho que causó una  conmoción extraña que no me había tocado vivir durante los cuatro años que llevaba viviendo ahí. 

 

Hay un punto que un temblor se vuelve tan parte de la vida que deja de tener tanta relevancia y hasta llegas a acostumbrarte a una alerta sísmica o a ese pequeño vaivén de un poste o un cable. 

 

Estaba algo anestesiado ante ese efecto sísmico que no me provocaba gran alarma. 

 

Cómo artista hay momentos que marcan etapas de mi evolución o logros que de manera simbólica me abren camino a nuevos proyectos. 

 

Llevaba dos años desarrollandome como escultor con algunas piezas cerámicas y tenía por primera vez la oportunidad de llevar al bronce tres de mis primeras piezas. 

Cuando digo que esto es un logro me refiero a lo que se requiere para poder dar este gran paso ya que se vuelve complicado financiar este proceso. 

 

Me había imaginado durante un año que se sentiría ver un bronce hecho por mi.  La ilusión estaba latente como esa promesa inquebrantable que te obliga a creer en ti y en que ese dia llegara. 

 

Muchas situaciones se acomodaron para que llegara ese momento, como siempre las piezas siguen acomodándose en el tablero del destino. 

 

Durante los días anteriores por alguna razón posponia mi visita a la fundicion, misma que había conocido algunos meses atrás y en la cuál se hizo más fuerte mi visión como artista, de que algún día yo sería quien estaría ahí creando una obra. En esa vista mi mente había volado de un lado a otro y mis emociones se conectaron con cada esoacio y proceso de la fundicion. Se veia tan lejana la realidad pero el sueño tan cercano y no hay mejor forma de creer en algo que estando frente a ello. 

 

Reviviendo todo esto en mi memoria fue que al fin tomé la decisión de transportar esas cerámicas. 

 

También me costaba mucho el hecho de que quizá podrían romperse durante el proceso del molde ya que meses atrás habían sido presentadas como piezas únicas en mi presentación como escultor en la Universidad de Guanajuato. Imaginar que esas piezas únicas podrían romperse era semejante a saber que uno de tus hijos será mal herido y tu eres el responsable y es que para un artista cada una de sus obras es como un hijo mismo y hay un amor muy grande de por medio. 

 

Sin embargo, siendo consciente de todo esto me di valor y esa mañana emprendí mi gran viaje. Una hora de traslado fue suficiente para estar frente a esa gran puerta de metal. 

Recuerdo llevar dos piezas pequeñas en cajas de zapatos con telas alrededor como protección y una más grande en una cubeta de igual forma protegida. 

 

El trayecto no fue fácil por el peso propio de mi equipaje pero admito que esos recorridos con mis piezas justo cuando algo grande está a punto de pasar, se vuelve un ritual sagrado muy íntimo en el que pareciera que acompañara orgullosamente a alguien su graduación. 

 

Abrieron la puerta y me presente ya que era la primera vez que visitaba por mi cuenta la fundicion. Explique a una de las personas que trabajaban ahí lo que buscaba y enseguida fui sacando una a una las piezas. 

 

Se trataba de "Onirica", "Olvido" y "Refugio", esta última una pieza de casi nueve kilos y que simbolizaba un momento muy personal de mi vida. 

 

Al instante empecé a escuchar el título de "maestro", el cual se daban entre quienes trabajaban en cada proceso de la fundicion desde ese gran oficio y especialidad a la que se dedican y a su vez un título que se da a los escultores y artistas en general. 

 

Me pareció muy curioso recibir ese título que me fue integrando a este mundo de ka escultura en bronce. 

Una vez acordado el costo y explicado el concepto, conocí la forma de trabajo y desde ese momento me sentí ya parte de él. 

 

De alguna forma esa era de una manera muy simple, mi bienvenida a tantas aventuras y sueños por cumplir.

 

El hecho de dedicarme casi quince años a la pintura y sólo dos a la escultura hacia más lejana la posibilidad de que avanzará tan rápido en esta disciplina por ser algo nuevo para mi. 

 

Disfrutaba cada paso que daba por ese lugar y la magia estaba en todas partes. Ese caía era infinitamente hermoso y fantaseaba como ese niño que va a la feria por prinera vez. Un lugar de juegos que descubri y en donde sabia que ocurrirían tantas cosas y tantos sueños que apenas podía mantenerme quieto. 

 

Sin más que agregar al encuentro me despedí, todavía con miedo de separarme de mis pequeños hijos pero deseando que lo mejor pasara para ellos. 

 

La cita siguiente sería un mes después y poco a poco iría conociendo cada paso siguiente. 

 

Salí entusiasmado como nunca antes en mi vida y mi corazón latía tan fuerte que creo que era difícil no sentirlo. 

Pienso que tanta intensidad fue lo que provocó lo que minutos más tarde cambiaría mi vida. 

 

Yo aún no lo sabía pero ese día no serían mis bronces lo más trascendente que iba a pasarme. 

 

Algo mucho más grande me estaba esperando para detener mi vida por completo...

 

 

Capitulo 2

 

Cuando estas viviendo el momento más feliz de tu vida puede que sea el preámbulo de algo mucho más fuerte.

 

Pasaba la una de la tarde de ese 19 de septiembre y yo regresaba de mi visita a la fundicion.

 

Mi sonrisa era enorme y mi mente distraída volaba sin importar nada más. Mi corazón seguía latiendo muy fuerte  porque había logrado mi sueño.

 

Me encontraba a una hora de distancia de mi taller y la zona era totalmente desconocida. 

 

Caminaba en medio de la calle y era imposible disimular la alegría que había en mi.

 

Una señora volteo y logró verme, suponiendo quizá que yo no era de esos rumbo.

 

Fue un gesto inmediato e inconsciente aquel en donde percibió mi presencia a unos metros de ella.

 

La rebase lentamente y seguí mi camino con toda tranquilidad. Habían pasado tan solo cinco minutos desde que salí de la fundicion y fue entonces que ese palpitar que yo llevaba dentro de pronto emergió del pavimento.

 

La reacción fue espontánea al notar que estaba temblando y tal vez mi respuesta hubiera sido la misma de tantas otras veces, de no ser porque casi al mismo de manera simultánea el movimiento oscilatorio al que estaba acostumbrado se unió a uno desconocido.

 

El piso empezó a hacer un efecto de empujar hacia arriba y bajar a tal punto que era imposible mantenerse en pie.

 

La señora que momentos antes había visto estaba teniendo un ataque de pánico y empezó a llorar.

 

Se paralizó en pleno arroyo de la calle y era tal su miedo que no se daba cuenta el peligro de estar en ese lugar.

 

Era una avenida de un carril de cada sentido y ambos estábamos muy cerca uno del otro. La única reacción que tuve al verla fue ir hacia a ella y empezar a hablarle de una manera calmada.

 

Sin embargo, el temblor subía de intensidad y fue ahí que comprendí que la única forma de resguardarnos era sentarnos en el pavimento cerca de la banqueta.

Al principio no me pareció una buena opción porque comencé a ver los cables alrededor y la posibilidad de que uno de ellos cayera por el propio movimiento que aún estaba latente.

 

Aún así no vi otra salida y preferí permanecer así aunque sentí a los autos muy cerca de nosotros, esperaba que lograrán percatarse de nuestra presencia y evitarán un accidente.

 

Todo paso tan rápido que no recuerdo a ninguna otra persona y mi vista nubló todo mi alrededor. Me enfoque en esa señora y en que solo de mi dependía cuidar de ella.

 

El temblor pareció durar demasiado pero claramente uno pierde la noción de todo y los sentidos se alteran por completo.

 

Creo que tener que mantener mis palabras suaves y pasadas fue la manera en que yo asimile para mí mismo ese miedo que sentía y que se guardo muy en el fondo hasta desaparecer. 

 

Una vez que empezo a regresar todo a la normalidad, varias personas se acercaron a la señora, como si la conocieran decían su nombre. 

 

Se enfocaron en ella y yo simplemente la mire y la deje ahí con ellos, sus vecinos, que serían quienes la ayudarían a llegar a casa.

 

Camine con una leve angustia más por ese llanto de ella que por lo sucedido. Mi mente se fue despejando y observe a mi alrededor a las personas con el mismo efecto de incertidumbre de cuando no sabes que ocurrió. 

 

Todos sabíamos que no había sido un sismo como muchos otros pero no entendíamos que había provocado más allá del susto. 

 

Las construcciones estaban intactas y no se percibía daño alguno que alertara de la verdadera intensidad ccob la que ocurrió. 

 

Tan extraña e indiferente fue la transición del caos a la calma que pareció que nunca hubiera ocurrido. 

Los autos seguían circulando por la avenida y todos retomaban sus caminos. 

 

Avance unas cuadras más y llegué muy cerca del periférico oriente, iba de las avenidas más transitadas de la ciudad. Esta avenida tiene un segundo nivel soportado por grandes columnas a todo lo largo de la avenida y es donde se ubica en lo alto una ruta del sistema colectivo metro de la ciudad. 

 

La circulación del tráfico era conflictiva desde que llegué a la zona, sólo que esta vez regresaría en una hora pico. Atribui ese aumento de flujo vehicular a ese horario y el caos normal que es similar en toda la ciudad. 

 

Pará mi nada había cambiado, porque todo ese entorno era desconocido y sin más aborde un autobus que me llevaría a casa. 

 

Con el pasar de los minutos notaba que el tráfico nos detenía cada vez más pero no di mucha importancia, incluso me centre en el efecto de dos patrullas que pasaron esquivando autos como en una especie de persecución. 

 

Alteró a todos un poco aquel sonido de las sirenas que se fue alejando y fundiendo en los sonidos urbanos. 

 

Una persona subió al autobus y se mostró muy alerta de su teléfono móvil. Comentó con otro tripulante que al parecer se había desplomado un edificio en la colonia  Condesa que es en donde se encuentran los edificios más antiguos y con ese tipo de riesgo por un temblor. 

 

Fue obvio que los demás tripulantes estuvimos atentos a ese mensaje, aunque por inercia volvimos a la cotidianidad de nuestro viaje en curso. 

 

Alrededor de la avenida no parecía verse ningún daño al inicio del recorrido pero pude notar una barda que había caído sobre un coche estacionado. Mi mente justificó el hecho con la teoría de que quizá estaba mal construido aquel muro y era obvio que era mas fácil que se cayera. 

 

Más adelante un local comercial se encontraba con mucha pintura escurriendo dentro de su acceso y en las banquetas por el efecto del movimiento y el peso de las cubetas. 

 

De ahí en más no me percate de otros daños y considere que no era para tanto. 

 

Al instante recibí una llamada de mi padre, quien me preguntó si todo estaba bien. Le mencioné lo ocurrido y que al parecer eran daños menores y no había porque alterarse . 

 

Se tranquilizó con mi respuesta cuando le dije que me faltaban treinta minutos para llegar a casa y que le diría si sabía de algo más. 

 

Ya cercano a mi rumbo decidí por un error de cálculo bajar del autobus algunas cuadras antes y me centre en mi falla y la distancia que aun me faltaba para llegar a casa. 

 

Era la hora pico del tráfico y se sumaba con la salida de los estudiantes en otra avenida muy transitada.

 

Mi zona era Coyoacan, al sur de la ciudad , donde se encontraba mi taller, dentro del Multifamiliar Tlalpan, que es una unidad habitacional conformada por diez edificios horizontales de cinco pisos y cada uno con 40 departamentos. 

 

Ese conjunto habitacional recién había conmemorado su sesenta aniversario y en esa época era un proyecto muy innovador por la modernidad y diseño de espacios comunes. 

 

Yo vivía en la planta baja del primer edificio de la orilla junto a una avenida de cuatro carriles en ambos sentidos y la vía del Tren Ligero dentro del camellón. 

En total esa avenida era de casi 60 metros. En la ciudad de México estas grandes avenidas son monstruos vehiculares que sólo se pueden atravesar subiendo la escalera peatonal. Frente a mi edificio estaba una de esas escaleras y una zona de canchas deportivas con malla ciclónica. 

 

Caminando hacia mi zona que aún estaba muy lejos, empecé a sentir un ambiente raro, entre esas multitudes que se generan cuando evacuan por un temblor y una sensación de desconcierto. 

 

Entre más me acercaba a mi cuadra, se fue despejando la gente y quedé lejos de esa multitud de estudiantes. 

 

Cruce la avenida y llegué a un parque que estaba en contra esquina de mi edificio. Parecía estar más calmado entre más me acercaba a mi taller. 

 

Fue cuando recibí una llamada de un amigo, quien un poco alterado preguntó si estaba bien. La respuesta fue la misma que di a mi padre anteriormente ya que seguía sin notar nada más allá del tráfico y un protocolo de evacuación.

 

Mi amigo fue insistente y con indiferencia seguía relatando lo que pasaba a mi alrededor. Entre más me acercaba a la avenida fui notando una atmósfera extraña mucho más extraña. 

 

De pronto, me quedé paralizado ante lo que mis ojos apenas podían creer. 

 

Tuve que cortar la llamada abruptamente.

 

Esa tarde ya nada volvería a ser igual...

 

 

Capitulo 3 

 

En nuestra vida siempre recordamos las experiencias de acuerdo a lo trascendente que fueron. Ese recuerdo nos marca y siempre está presente para acompañarnos. 

 

Había llegado al edificio donde vivía en Coyoacan, tras haber sentido ese sismo una hora atrás al salir de la fundicion donde deje mis esculturas. 

 

No había impactado en mis emociones ya que durante el trayecto de regreso no notaba un rastro directo. 

 

Aunque sentía una atmósfera de incertidumbre a mi alrededor, para mi había sido el efecto cotidiano tras esos temblores que se viven constantemente en la ciudad. 

 

Esa tarde frente a la gran avenida que colindaba con mi edificio, pude darme cuenta de una escena que me alarmó. 

 

Dos trailers ubicados a cada lado de la vialidad, cerraban el paso a los cuatro carriles respectivamente para evitar el flujo. 

 

Asimismo, la malla ciclónica que resguarda la vía del tren ligero había sido cortada en algunos tramos. Una situación alarmante por el riesgo que esto implicaba ya que las personas atravesaban en multitudes hacia un punto que sitio que aún no descubría. 

 

Este momento me lleno de sorpresa por el caos que empecé a notar a lo lejos. Empecé a ver muchas cubetas en la banqueta y vecinos saliendo nerviosos sin dar explicación alguna. 

 

Yo parecía ser el único que no formaba parte de la escena y conforme me fui acercando a donde la multitud se aglomeraba, empecé a sentir la desesperación en los rostros de las personas. 

 

Mujeres envueltas en llanto sin poder comprender nada observando a todas partes como buscando respuestas. 

 

Fue así que mientras avanzaba al centro de la avenida voltee y descubrí el origen de todo. 

 

Uno de los edificios de la misma unidad habitacional donde vivía se había derrumbado. 

 

La imagen sigue vigente en mi memoria de manera tan clara que reveló en un segundo lo que enfrentaría más tarde. 

 

Me quedé pasmado al ver como tantas personas corrían para ayudar a retirar escombros o simplemente a observar la tragedia. 

 

Un edificio de cinco niveles por cien de largo se había desplomado y de él sólo quedaban las losas encima una de otra, contenidas en una planta baja que soportaba el peso total del escombro de cincuenta viviendas compactada. 

 

Recuerdo haberme quedado en silencio total con los ojos fijos en ese edificio. Al instante pensé que se trataba de un sueño del que despertaba de inmediato. Era real lo que veía frente a mí y lo único que pude recordar de ese  edificio fue que tres horas antes había estado frente a el. 

 

Como parte mi rutina desde que llegué a vivir a la Ciudad de México, visitaba una biblioteca que se ubicaba a unos metros de ese edificio. 

 

Muchas ocasiones permanecía por horas en ese lugar, pero ese día mi estancia fue de cinco minutos solamente. 

 

Esta rutina se había foto ese día al igual que mi visita a un supermercado cercano que también era parte de mi plan semanal y que por alguna razón pospuse.

 

Pense en esa pequeña posibilidad que se eliminó por ese cambio de mi ruta ya que si hubiera permanecido como regularmente hacia, era muy seguro que yo fuera quien viera el desplome en el momento justo y quizá hasta haber muerto mientras evacuaba la zona. 

 

Siempre que recuerdo todo, me queda ese cabo suelto del impacto personal y emocional que se hubiera provocado en mi tras una escena de esa magnitud. 

 

Mi mente no sabía bien cómo reaccionar y volvió a crear un panorama posible en el cual era mi edificio el que pudo haber caído. Voltee a verlo casi instantáneamente y me di cuenta de lo real que era la idea de que en cualquier momento como parte del efecto de ese temblor, pudiera caer otro edificio, el mio. 

 

La idea de que había tenido suerte en que no fuera mi edificio el derrumbado, me hacía aceptar la posible perdida de mi hogar. 

 

Había sido afortunado en no estar dentro de mi taller, ni cerca de esa zona sino hasta una hora después. 

 

Los ánimos eran muy pesados y la tragedia se sentía entre más me acercaba. Admito que no quise estar donde la multitud por evitar entorpecer las acciones de rescate improvisadas por los vecinos. 

 

Para las cinco de la tarde aún no había autoridades que resguardaran ni siguieran protocolos de rescate. 

Por lo mismo era importante tratar de seguir a algunos líderes que pedían apoyo de diferentes manera. 

Me mantuve inerte ante el esfuerzo de creer en esa realidad mientras me resguardaba en el camellón. 

 

Las personas desde el otro sentido de la avenida salían de los coches apresurados para llevar agua a los rescatistas improvisados. 

 

Al tiempo que veía esa escena, otra más me inundaba y de manera incesante empecé a quedar envuelto en la tragedia. 

 

Nadie estaba seguro de que decir, simplemente actuaban por instinto para ser parte de la esperanza colectiva. 

 

En donde yo permanecía empecé a ver varios objetos llenos de polvo que me impactaron al instante. Se trataba de muebles y artículos personales que estaban siendo sacadas de los escombros. Fue muy fuerte ver aplastadas las cosas reducidas a fierro viejo lleno de polvo. 

 

Me llamó la atención cuando una persona aventó una bicicleta que tenía una de sus llantas doblada casi por completo. 

 

Me preguntaba a quien pertenecía pero más si esa persona aun seguía ahí dentro con vida. 

 

Veía tan lejana la posibilidad que me inundaba un llanto que quedó atrapado en mis ojos. Empecé a sentir una tensión incalculable y mi cuerpo seguía quieto. 

 

Me tomaba el rostro con las manos como queriendo despertar de esa pesadilla. 

 

No hablaba con nadie porque no tenía idea de qué decir y aunque escuchaba a las personas relatar los hechos, sentía que quería estar solo y lejos de todo. 

Algo en mí me pedía que me quedara a entender esto y a reaccionar. 

 

Fue muy triste lo que veria después a unos metros de mi. Un joven que también permanecía un poco como yo pero tanto desenganchado de ese ambiente, tenía la mirada fija en las cosas que se acumulaban en esa parte de la calle. 

 

Recuerdo que note su expresión de alerta al ver esa bicicleta arrumbada. 

 

Sigilosamente y aprovechando el caos, se acercó lentamente y empezó a ver los daños que tenía. 

Yo no lo podía creer pero note su deseo de robarls aún sin importar toda la escena y lo injusto de aquel delito. 

 

Se mantuvo un tanto expectante al principio u después tomó valor para moverla unos metros, nos llegamos a ver fijamente pero mi reacción era más de sorpresa que se enojo. 

 

El hombre que minutos antes había aventado aquella bicicleta logró percibir la intención del joven y le grito 

.-qué te pasa, vete de aquí, no quiero volver  a ver que intenta acercarte a robar. 

 

El joven lo vio asustado y se alejo unos metros y se disperso entr la multitud. Ya no lo volví a ver pero estabs seguro de que lo volvería a intentar. 

 

Una sensación de enojo me lleno por dentro al ver como hay personas que no sienten nada ante estas situaciones más que la oportunidad de ser egoístas y sacar provecho. 

 

Después de ese momento me acerque más a donde todo ocurría. Podía notar cientos de personas amontonadas pasando las mismas cubetas que ya había visto antes de darme cuenta de todo. 

 

Se trataba de cubetas que se llenaban de escombro y que iban pasando en una cadena humana para liberar la zona. 

 

A sí vez junto a la zona afectada, en un árbol una persona en lo alto gritaba que guardarán silencio. 

Subia el puño en señal de silencio y con una cartulina pedía silencio. 

 

Ese momento fue impactante porque todas las personas que estaban en ese lugar de manera automática respondían ese llamado. 

 

Esa sería la primera de muchas veces que fui parte de ese silencio. Era estremecedor ver como todos se unían a una señal. 

 

Aún así se sentía una impotencia ante el ruido generado por personas ajenas que tomaban fotografías o comentaban lo su decido. La presencia de dos helicópteros de prensa que volaban cerca de la zona generó un enojo colectivo. 

 

La gente empezó a gritarles para que se fueran, agitando los brazos desesperados. 

 

De pronto un impulso me hizo entender lo que tenía que hacer...

 

 

Capitulo 4

 

Las emociones son impulsos que nos hacen reaccionar antes las tragedias de una manera que nunca imaginamos. 

 

Tras haber descubierto poco a poco esa escena de un edificio desplomado cerca de mi taller, me encontraba invadido por una sensación de vulnerabilidad. 

 

Las personas reflejaban en sus rostros un desconsuelo total y mi mirada había ido cambiando con cada detalle que encontraba en mi camino. 

 

Cerca de mí mientras iba y venía entre la multitud como queriendo pertenecer y no, escuché a una vecina que comentó que había otros edificios destruidos. 

 

Mencionó algo sobre un supermercado a unas tres cuadras que también estaba colapsado. Se trataba de él mismo lugar al que yo pensaba ir en la hora en que él temblor ocurrió. 

 

Mi mente sincronizaba ese destino como uno más de los que no se concretaron en mi rutina ese día. 

 

Me asustaba sentirme acorralado por los daños y me empezaba a crear en mi mente una ciudad abatida que vivía esa escena desde muchos más panoramas. 

 

Yo sólo era parte de una parte de los hechos pero me daba cuenta de que en otros cientos de lugares seguramente estaban pasando tragedias similares. 

 

Mi cuerpo se lleno de estrés y sentí mi cuerpo atrapado en la situación y fue así que desde mi interior una voz me pidió hacer algo para ayudar.

 

Sin pensarlo me acerque a la fila de personas que a un costado de la zona afectada recibían cubeta llenas de escombro. 

 

No me sentía útil de otra manera y fue así que me integre para ser un eslabón más de esa cadena de ayuda. 

 

Las cubetas iban con tanta rapidez que obligaba a estar atento en todo momento. 

 

Se sincronizaba por momentos la línea de apoyo en dos hileras que por momentos se detenía por algún incautó que tomaba las cosas con calma. 

 

Pará mí por el contrario era una necesidad hacerlo con la mayor velocidad ya que entre más tiempo pasaba menor probabilidad había de encontrar sobrevivientes. 

 

Había algunas personas que nos indicaban que teníamos que agilizar el flujo de escombro ya que eran necesarias más y más cubetas.en un área común a unos cien metros del edificio era donde se empezaban a colocar las montañas de escombro. 

 

Cubetas pesadas que wn ese momento no me lo parecían, fueron generando un cansancio y algunas lesiones como producto de esa adrenalina que no mide consecuencias. 

 

Mi complexión delgada en una situación normal no hubiera podido ser de mucha ayuda para tal esfuerzo físico, pero era más el deseo de ayudar y querer liberar tanta energía y estrés que mi capacidad de carga aumentó.

 

Podía sentir como mis brazos y espalda no se daban por vencidos ya que me había vuelto parte de este rescate. 

 

Se nos fueron dando cubrebocas de tela para protegernos del polvo que aún esparcia, creando una nube de polvo café y blanco que nos cubría por momentos. 

 

Por otro lado, algunos vecinos y pequeños negocios se organizaron y fueron dándonos comida y agua para recobrar energías. Era la hora más intensa del sol y la mayoría de nosotros habíamos sido sorprendido sin alimento. 

 

La solidaridad se empezo a percibir desde muchas personas y se empezaron a seccionar actividades de rescate. 

 

Recuerdo que hubo un momento donde comencé a sentir que no era suficiente con estar dentro de esa cadena sino que necesitábamos corregir la ruta y disminuir tiempo de descarga. 

 

Mi mente intentó buscar una solución rápida y empecé a explicar cómo resolverlo. También note que las cubetas se quedaban varadas en las zonas del escombro y fui corriendo para recuperarlas y reactivar ese flujo. 

 

Recordando esas reacciones desesperadas creo que por momentos tuve la atención de un grupo de personas y me volví una especie de líder temporal. 

 

Explicaba que debíamos hacer para ayudar de una forma más eficiente y era escuchado y acompañado en el proceso. 

 

Era impactante mi propia reacción que es inevitable sonreír ante ese coraje que me alimento y en donde quería dar todo lo que estuviera en mis manos.

 

La tensión y el cansancio iban aumentando y entre cargar, recolectar y correr con cubetas me sentí aliviado de ser parte. 

 

El tiempo fue pasando y yo confirme cambiaba de actividad también me movia de zona. 

 

A las siete de la noche empezaría a oscurecer se y las labores de rescate se complicarían. 

 

Era muy importante acelerar el rescate ya que las primeras horas son las más cruciales para encontrar personas aún con vida. 

 

Esos rescates se habían vuelto la razón de ser ese día y todos estábamos conscientes de que de nosotros dependía salvar esas vidas. Todos y cada uno eramos parte clave como un equipo de desconocidos que se habían vuelto familia. 

 

Las personas que dirigían desde el centro de la zona afectada empezarían a pedir ayuda diferente. 

 

Las cubetas dejaron de ser importantes y ahora se solicitaban lámparas, extensiones de luz y baterías para resolver el problema de la luz. 

 

Pará ese enronces comprendí que toda la unidad habitacional se había quedado sin luz eléctrica y pronto esos pasillos se llenarian de oscuridad como un símbolo de la tragedia. 

 

La luz ahora sería esa esperanza latente que permitiría pensar en un futuro para quienes aguardaban entre aquellos escombros. 

 

Pienso que cada minuto que pasaba me alimentaba de esa carga emocional, desbordandose de diferentes maneras. 

 

Fueron las horas más intensas de mi vida pero sin duda creo que son las que más han valido la pena. 

Observar como las personas se sumaban a la labor era algo que alimentaba el espíritu y de esta manera se olvidaba el cansancio y el dolor. 

 

Después de permanecer en esa cadena de rescate se disperso la gente y se empezaron a organizar de otras maneras. 

 

El escombro se acumulaba en otras zonas y se empezó a restringir el acceso. Algunos andadores estaban en total oscuridad, lo que generó el vandalismo que aunque no note en ese momento, después sería otra de las preocupaciones de los afectados. 

 

Por mi parte, quería saber en qué otras formas podía ser de ayuda y fue así que recorriendo la zona, me integre a la recolección de víveres en las canchas deportivas justo frente a mi edificio. 

 

Ese sería el centro de acopio improvisado en el cual me integraría en otra cadena de ayuda sobre una escalera peatonal y dentro del lugar almacenando botellas de agua que se separaban de las despensas que se entregaban. 

 

De esta manera la noche transcurrió y no siquiera me había percatado de mi teléfono celular. 

 

Una vez que sentí que mi cansancio me rebasaba, decidí sentarme en la banqueta y observar como sucedían las cosas. 

 

Aún cansado, recorría de ida y vuelta cada sitio para entender cómo estaban ocurriendo las cosas. 

 

Alrededor de las diez de la noche, lograron restablecer la electricidad y se implementaron medidas de seguridad para la zona. Se acordono el área afectada y algunas autoridades comenzaron a llegar. Cuatro ambulancias estaban listas para la salida de algún herido y una docena de médicos coloco sus casas de campaña cerca del lugar. 

 

La multitud se fue dispersando hasta resguardar el rescate. Las señales de silencio que se solicitaban con el puño levantado incrementaban entre más pasaba la noche. 

 

El tiempo parecía desaparecer y todas las miradas estaban atentas a ese lugar. La vialidad se mantuvo cerrada de un sentido y del otro se reabrio para evitar el tráfico y por ende el ruido. 

 

Aún así a mi parecer las medidas eran insuficientes pero esta vez no podía hacer nada más.

 

Caminando con un dolor intenso en brazos y espalda recibí algunos víveres que me ayudaron a recuperar un poco de energía. 

 

Sin embargo, el estrés estaba dentro de cada musculo y cada pensamiento. Quise saber la hora y encendí mi teléfono. De inmediato alrededor de cincuenta mensajes se habían acumulado a lo largo de la tarde. 

 

Me sentía tan extraño y observado como nunca me había gustado que me vieran. Sería muy cansado recapitular lo sucedido toda esa tarde y decidí al azar contestar algunos. 

 

Sin darme cuenta mi teléfono se descargo y desde ese momento me sentí más solo que nunca...

 

 

Cspitulo 5

 

Un instante puede volverse una eternidad. 

 

El tiempo es tan relativo que los momentos de caos pueden duran mucho más de lo que pensamos.

 

Tras haber sido parte del rescate y la recolección de víveres, me mantuve de pie recorriendo la zona afectada. 

 

Mi cuerpo estaba cansado pero mi mente mucho más alterada por ver tanta movilidad en tan poco tiempo. 

 

Caminaba entre las luces de vehículos, gente acumulada en la avenida queriendo ayudar, rescatistas, vecinos llorando y víveres que seguían llegando. 

 

Durante este vaivén en ese lugar, me fui alimentando un poco de los víveres que me entregaban. Por momentos me sature de los mismos como parte de esa ayuda desmedida de parte de todos quienes observaban mi cansancio y el de otros vecinos. 

 

Supongo que se delataba en nuestros rostros ese estrés de toda la tarde y de la incertidumbre de no saber a dónde ir. 

 

Esa noche el tiempo parecía alargarse al punto que llegue a sentir esa noche como una eternidad. 

 

Sin embargo, al notar que mi cuerpo debía descansar tome la decisión de sentarme para descansar. 

 

Cuando estas entre todo ese caos es difícil descansar la mente y a veces tienes que buscar algo en que distraerte. 

 

En mi caso se trataba de encontrar donde cargar mi teléfono móvil. 

 

Comencé preguntando a algunos policías que resguardaban la zona y ninguno de ellos me permitió hacerlo. Mi intención se desvanecía entre más preguntaba a los alrededores. 

 

More que llegó un camión de militares a organizar la situación pero más me parecía que sólo estaban haciendo presencia que ayudando directamente. 

 

Se empezó a hacer un acordonamiento más amplio para permitir la salida de alguna ambulancia con sobrevivientes. 

 

Fue entonces que entre esa señal de silencio con la mano levantada a lo lejos se escucharon aplausos. 

 

Fue un momento muy fuerte porque creo todos sabíamos de lo que se trataba. Una persona había sido rescatada y las labores estaban resultando. 

 

La sensación inmediata de escuchar aquellos sonidos  a lo lejos provoca una paz interna que equilibra las emociones. 

 

La tristeza desaparece y la nostalgia toma su lugar como ese mensaje esperanzador que te agradece por ser parte de la ayuda. 

 

Es ahí cuando los rostros desencajados empiezan a cambiar y las miradas se cruzan entre sí en silencio, porque saben que todo va estar bien. 

 

La atmósfera se percibe muy diferente cuando se crea ese silencio repentino y cuando la ambulancia avisa su salida con las luces. 

 

Entendería que el tiempo efectivo para rescatar personas vivas se acorta con cada hora y que el uso de maquinaria manual o mecánica es imposible para quitar escombro  hasta pasado el momento crítico.

 

Después de dar el aviso de no sobrevivientes es cuando se permite entrar con apoyo mecánico porque el riesgo a dañar a algún herido debajo de los escombros es mínimo y por eso antrs se tiene que dar un margen de vida. 

 

Nadie de los que estábamos ahí queríamos que ese momento llegara porque significaba el final del rescate. 

 

Los testimonios entre vecinos empezaba a resonar en el ambiente y era así que empecé a conocer sobre algunas víctimas que habían quedado atrapadas. Era la manera más cruel de enterarse de que había conocidos o familiares de ellos ahí dentro. 

 

Hay situaciones que apenas puedo imaginar, como aquella en donde los familiares llegan con los rescatistas para anotar el nombre de algún desaparecido que saben estaba dentro del edificio como resultado de esa rutina inamovible. 

 

Una de las historias que me estremeció por completo fue cuando escuché la situación de dos niños a los que su madre dejó encerrados con llave para salir a la tienda y que fue imposible pensar que hubieran podido salir a tiempo. 

 

Esta historia me parecía desgarradora no sólo por el hecho de saberlos ahí atrapados sino también por el sentimiento de culpa de la madre que descubre la escena trágica al regresar a casa. 

 

También conocí la historia de algunos adultos mayores que difícilmente hubieran podido salir a tiempo ya que parte del caos de ese sismo fue que las alarmas no sonaron a tiempo. 

 

No sabía con certeza que pasó con esas víctimas de las cuales escuché por nombre y número de departamento. 

Entre el caos es difícil confirmar si alguno de ellos ese día cambio su rutina como me pasó a mi. 

 

Según recordaba solo 72 horas era el tiempo que se daba para considerar alguna persona viva y de esta manera se conocería el saldo de sobrevivientes. 

 

Por tal motivo desde que alguien se encontraba deambulando en la zona se obligaba a seguir el protocolo de rescate al guardar silencio una vez que se levantaba desde lo lejos el puño sin importar que se estuviera a unas cuadras de la zona dañada. De la misma manera los vehículos debían detenerse y las personas debían dejar de caminar y evitar hablar. 

 

Se paraliza a por unos segundos la zona y después se retomaba la dinámica normal. Esta manera era la más efectiva si uno quería ayudar porque aunque no se estuviera directamente rescatando entre los escombros, era como entregar un poco de esperanza al momento de respetar la señal. 

 

Nadie se negaba a seguir este lenguaje colectivo de apoyo e incluso era una manera de recordarnos que alguien podía estar siendo escuchado muy adentro del escombro y que significaba una vida más. Nos hacía parte de este símbolo de solidaridad que con el pasar de esas horas sería parte de nuestros recuerdos. 

 

Esa noche el cielo estaba nublado y se nos hizo saber que con la lluvia se disminuían las posibilidades de rescate por ser peligrosas para los rescatistas. Recuerdo mi sentimiento de preocupación al ver caer esas primeras gotas de lluvia que tomaban a todos por sorpresa. 

 

Afortunadamente pareció sólo ser un falso augurio o quizá era tanta la energía acumulada de una ciudad herida que logró alejar las nubes esa noche. 

 

Una vez que lograron restablecer la iluminación de la zona, colocaron unos reflectores y en ese momento se dejaron de solicitar lámparas y baterías. 

 

Las labores de rescate se volvían más seguras y sin duda las horas de descontrol habían pasado con cada hora de esa tarde. 

 

En mi búsqueda por un lugar donde cargar mi teléfono, avance del otro lado de la avenida esta vez entre el camellón y las vías del tren, donde seguían acumulando víveres y agua embotellada.

 

Mw acerque a la zona afectada desde el frente, aunque lo más cercano que pude eran unos 40 metros desde los carriles lejanos. 

 

Fue ahí que mis ojos capturaron la escena de ese edificio aplastado con cada una de sus cinco losas y un nivel de planta baja que había quedado intacto ante el peso total. 

 

Se veían rescatistas que caminaban entre el montón de acero y concreto buscando como iluminar entre los espacios o escuchar algún sonido sutil que emergiera desde dentro. 

 

Acercarse más de esa distancia ya era imposible y de hecho estaban empezando a pedir a la gente que apagarán sus teléfonos móviles porque interferir con sus aparatos de rescate que media vibraciones de baja frecuencia. 

 

Era difícil lograr que todos aceptarán esa medusa ya que era el medio más directo para comunicar lo que estaba ocurriendo en otras zonas. 

 

Ya antes había escuchado de dos edificios que acababan de colapsar a unos kilómetros dentro de esa misma zona. 

Escuchar esas noticias me dejó helado y empecé a sentirme en una zona de guerra en donde instantáneamente empiezan a caer edificios resentidos por el sismo. 

 

Entre ellos visualizaba el mio y wn general toda la zona habitacional ya que si uno había caído eran altas las probabilidades de que hubiera un efecto domino.

 

Mi mente cansada empezaba a estar dispersa y retome aún así la búsqueda de batería. Me acerque a un coche que se encontraba cerca y pedí me ayudarán. 

 

Eran dos jóvenes que sin dudar me ofrecieron su ayuda sin saber todo lo que para mi significaba ese momento. 

 

Ese fue el primer gesto de solidaridad directo que recibí como damnificado.

 

Me habían hecho sentir un poco menos solo...

 

 

Capitulo 6

 

Cuando nos sentimos vulnerables solo hay un lugar donde podemos sentirnos seguros...

 

... en casa. 

 

Durante ese día había viví entre un mundo de emociones para wl cuál no había sido preparado. La incertidumbre, la tragedia, la impotencia, el desconsuelo y el dolor se mezclaban por momentos con la empatia, la solidaridad, la alegría y la esperanza. 

 

Uno a uno alteraron mi condición humana sin avisar y me envolvían como un ser indefenso que de por sí ya vivía en esa gran ciudad y había aprendido a estar solo, para ahora tener una prueba final de valentía y resiliencia que jamás espere vivir. 

 

Meses atrás había cumplido tres años viviendo solo y empezaba a disfrutar esa estabilidad como artista. Disfrutaba la gran ciudad y se habrían las posibilidades. 

 

Quería hacer tantas cosas pero no contaba con ese suceso que empezaría a marcarme desde esa primera noche. 

 

En ese coche al que pedí ayuda para cargar mi teléfono se encontraban dos jóvenes que me invitaron a entrar para descansar. Imagino que el rostro empolvado o mi voz débil eran la evidencia de mi situación. 

 

Ellos fueron las primeras personas con quien intercambie emociones desde diferentes experiencias. Les platique que yo vivía en uno de los edificios que estaban en la zona y me compartieron su vivencia desde otra zona. 

 

Me contaron que esta era la tercera zona a donde llegaban  pats ofrecer ayuda y que venían de otros sitios que tenían el mismo caos. Que desde la tarde se detuvo toda la ciudad y ellos estaban buscando la manera de ayudar aunque era un descontrol total y también estaban agotados. 

 

Fue un deshago colectivo en donde me sacaron de mi zona para informarme como la estaba pasando otras zonas. Yo me había encerrado mentalmente en pensar solo en la tragedia de mi ubicación cuando existían otros edificios en iguales condiciones. 

 

No sabían con precisión de cuántos daños se habían provocado pero si mencionaron que por la tarde dejaron de funcionar transportes públicos y el metro. 

 

Al parecer fue cuando yo llegue caminando a los edificios cuando como un ajedrez, fueron cayendo edificios y la gente entró en pánico. 

 

Las zonas de la ciudad se quedaron incomunicadas entre sí porque era imposible trasladarse en transporte público y eso generaba impotencia y desesperación. 

 

A su vez, se perdió señal permanente en comunicaciones durante horas en las que no sólo fue físico el caos sino de manera virtual. 

 

Nadie estaba seguro de cómo estaba ocurriendo todo y la única manera de movilizarse era caminando para ka mayor parte de la población. 

 

Los coches hicieron su labor de llevar agua embotellada, las empresas de alimentos también se solidarizaron y repartieron lo que estaba en sus manos a quiwnes ayudaban en labores de rescate. Fui testigo de cómo camionetas de panaderías ofrecían mucha comida para que recuperaramos energías y siguiéramos ayudando. 

Se sumaron infinidad de pequeñas empresas o amas de casa preparando alimentos. 

 

Todo esto estaba ocurriendo simultáneamente en toda la ciudad y escuchando esos relatos que ellos me estaban contando descubrí que esto era mucho más grande de lo que creía. 

 

Me sentí tan pequeño en medio de la nada, inconsolable mentalmente pero al menos con la esperanza de que estaba apareciendo mucha ayuda. 

 

Los dos jóvenes me dijeron que tenían que ir a descansar esperando que se hubiera cargado lo suficiente mi teléfono. 

 

Me dijeron que era muy tarde y que me fuera a descansar para lo cual regrese la intención haciéndoles ver que su ayuda había sido muy importante y valiosa para mi. 

 

Salí del vehículo tras treinta minutos y justamente al despedirme pregunte la hora, ante su insistencia de comentar que al parecer era muy tarde. 

 

Me comentaron que eran las 4 am y en ese momento quedé atónito y sorprendido. Claramente mi cuerpo reflejaba tantas horas de cansancio caminando de un lado a otro sin medir el tiempo. 

 

Había escuchado de manera intermitente algo acerca de un albergue pero la verdad es que jamás me informe mas allá de escuchar algunas frases dispersas. 

 

Me sentía tan perdido entre una avenida que no mostraba lógica con el horario y yo ahí sin saber qué hacer. 

 

Estaba tan adolorido que me quede pensando fugazmente en a donde ir. Era obvio que entrar a los edificios no ers una opción por el riesgo que implicaba una replica. 

 

Mi mente no tenía respuestas y poco a poco dejé de pensar para quedarme parado sin sentido las luces, los sonidos y mi realidad. 

 

Eran de madrugada y no sabía qué hacer ni a quién acudir. Estaba ensimismado y supongo que lo único que pensé era en ir al lugar donde me sintiera mad seguro y protegido. 

 

No se trataba de algún albergue o a un sitio desconocido donde pudiera sentirme ajeno o más extraño. 

 

La única respuesta para ese momento fue entrar a mi edificio y abrir la puerta de mi estudio en esa planta baja. 

 

Se encontraba a oscuras, como abandonado y callado. Parecia un duelo muy íntimo que se estaba llevando a cabo en cada habitación. 

 

Por la tarde había justo después de descubrir el caos, me había dado un poco de tiempo para entrar a ver que daños tenía mi estudio y aunque vi muchos materiales y repisas en el piso, no había grandes afectaciones. 

 

Lo que si puedo recordar que me impacto fue ver algunos de mis cuadros más pesados totalmente inclinados sobre el muro. 

 

Ver esto y el piso lleno de cosas me mostró la escala del sismo y que de haber estado dentro mientras ocurría me hubiera sido muy fuerte. 

 

Agradecí después por no haber vivido en mi estudio este trágico momento que sin duda me hubiera marcado de una forma muy diferente. 

 

Esta vez al entrar de madrugada y ver desde dentro las luces de las ambulancias iluminando mis ventanas, pude percibir que algo había terminado. 

 

Que mi vida jamás sería igual pero que sin importar nada, tenía que permanecer en mi mundo. 

 

Me recosté casi al instante en mi cama y pude sentir ese alivio físico en mi espalda. Volteaba al techo de mi cuarto que estaba frente a la avenida y continuamente se dibujaban siluetas de personas acompañadas con murmuró. 

 

Encendi mi teléfono con una carga de 20 % y empecé a ver  algunos videos que saturaron las redes sociales. 

 

Esta vez no quería sentirme observado por tantos mensajes preguntando si estaba bien. Ni siquiera yo sabía la respuesta porque nada estaba claro esa noche. 

 

Después de ver algunos videos de edificios colapsando decidí apagar mi teléfono porque me di cuenta de que no me hacia bien nada de eso. 

 

Tenia la noticia afuera de mi ventana y a la vez estaba siendo parte de la misma. 

 

Yo sabía que entrar a ese edificio a pasar la noche era una muy mala idea por las probabilidades que había de un derrumbe. 

 

Fue ahí que comprendí la lección más valiosa que me dio la vida como artista. 

 

No existia mejor refugio para estar a salvo que entre mis cuadros porque ellos solo me tienen a mi. 

 

Esa madrugada cerré mis ojos cansados y me aferre a mi mundo. Pasara lo que pasara estaba donde quería estar desde siempre y si no salía vivo de esa noche al menos estaría rodeado de lo que amaba. 

 

Esa noche dormí profundamente entre esos sonidos que se fueron desvaneciendo lentamente. 

 

No sabía si despertaría ni como, lo único que sabía es que necesitaba estar así, en mi estudio... 

 Capítulo 1

 

Cuando pensamos en que las cosas en nuestra vida pueden cambiar, casi nunca estamos preparados para la llegada de ese cambio. 

 

Ese 19 de septiembre no era un día común y todos los habitantes de la ciudad de México lo sabían. Se conmemoraba un aniversario más del sismo del 85.

No se trataba de generar miedo por esa razón pero si tener presente un dua tan trágico que difícilmente se podría borrar de la memoria de los mexicanos. 

 

A todos nos marco de alguna forma, ya sea a través de la noticia por la radio o televisión en otras ciudades del país o viviendo el caos desde dentro.

 

Además, unos días antes en la madrugada, un temblor de gran magnitud había sacudido a la ciudad y la gente en general estaba vulnerable a ese hecho que causó una  conmoción extraña que no me había tocado vivir durante los cuatro años que llevaba viviendo ahí. 

 

Hay un punto que un temblor se vuelve tan parte de la vida que deja de tener tanta relevancia y hasta llegas a acostumbrarte a una alerta sísmica o a ese pequeño vaivén de un poste o un cable. 

 

Estaba algo anestesiado ante ese efecto sísmico que no me provocaba gran alarma. 

 

Cómo artista hay momentos que marcan etapas de mi evolución o logros que de manera simbólica me abren camino a nuevos proyectos. 

 

Llevaba dos años desarrollandome como escultor con algunas piezas cerámicas y tenía por primera vez la oportunidad de llevar al bronce tres de mis primeras piezas. 

Cuando digo que esto es un logro me refiero a lo que se requiere para poder dar este gran paso ya que se vuelve complicado financiar este proceso. 

 

Me había imaginado durante un año que se sentiría ver un bronce hecho por mi.  La ilusión estaba latente como esa promesa inquebrantable que te obliga a creer en ti y en que ese dia llegara. 

 

Muchas situaciones se acomodaron para que llegara ese momento, como siempre las piezas siguen acomodándose en el tablero del destino. 

 

Durante los días anteriores por alguna razón posponia mi visita a la fundicion, misma que había conocido algunos meses atrás y en la cuál se hizo más fuerte mi visión como artista, de que algún día yo sería quien estaría ahí creando una obra. En esa vista mi mente había volado de un lado a otro y mis emociones se conectaron con cada esoacio y proceso de la fundicion. Se veia tan lejana la realidad pero el sueño tan cercano y no hay mejor forma de creer en algo que estando frente a ello. 

 

Reviviendo todo esto en mi memoria fue que al fin tomé la decisión de transportar esas cerámicas. 

 

También me costaba mucho el hecho de que quizá podrían romperse durante el proceso del molde ya que meses atrás habían sido presentadas como piezas únicas en mi presentación como escultor en la Universidad de Guanajuato. Imaginar que esas piezas únicas podrían romperse era semejante a saber que uno de tus hijos será mal herido y tu eres el responsable y es que para un artista cada una de sus obras es como un hijo mismo y hay un amor muy grande de por medio. 

 

Sin embargo, siendo consciente de todo esto me di valor y esa mañana emprendí mi gran viaje. Una hora de traslado fue suficiente para estar frente a esa gran puerta de metal. 

Recuerdo llevar dos piezas pequeñas en cajas de zapatos con telas alrededor como protección y una más grande en una cubeta de igual forma protegida. 

 

El trayecto no fue fácil por el peso propio de mi equipaje pero admito que esos recorridos con mis piezas justo cuando algo grande está a punto de pasar, se vuelve un ritual sagrado muy íntimo en el que pareciera que acompañara orgullosamente a alguien su graduación. 

 

Abrieron la puerta y me presente ya que era la primera vez que visitaba por mi cuenta la fundicion. Explique a una de las personas que trabajaban ahí lo que buscaba y enseguida fui sacando una a una las piezas. 

 

Se trataba de "Onirica", "Olvido" y "Refugio", esta última una pieza de casi nueve kilos y que simbolizaba un momento muy personal de mi vida. 

 

Al instante empecé a escuchar el título de "maestro", el cual se daban entre quienes trabajaban en cada proceso de la fundicion desde ese gran oficio y especialidad a la que se dedican y a su vez un título que se da a los escultores y artistas en general. 

 

Me pareció muy curioso recibir ese título que me fue integrando a este mundo de ka escultura en bronce. 

Una vez acordado el costo y explicado el concepto, conocí la forma de trabajo y desde ese momento me sentí ya parte de él. 

 

De alguna forma esa era de una manera muy simple, mi bienvenida a tantas aventuras y sueños por cumplir.

 

El hecho de dedicarme casi quince años a la pintura y sólo dos a la escultura hacia más lejana la posibilidad de que avanzará tan rápido en esta disciplina por ser algo nuevo para mi. 

 

Disfrutaba cada paso que daba por ese lugar y la magia estaba en todas partes. Ese caía era infinitamente hermoso y fantaseaba como ese niño que va a la feria por prinera vez. Un lugar de juegos que descubri y en donde sabia que ocurrirían tantas cosas y tantos sueños que apenas podía mantenerme quieto. 

 

Sin más que agregar al encuentro me despedí, todavía con miedo de separarme de mis pequeños hijos pero deseando que lo mejor pasara para ellos. 

 

La cita siguiente sería un mes después y poco a poco iría conociendo cada paso siguiente. 

 

Salí entusiasmado como nunca antes en mi vida y mi corazón latía tan fuerte que creo que era difícil no sentirlo. 

Pienso que tanta intensidad fue lo que provocó lo que minutos más tarde cambiaría mi vida. 

 

Yo aún no lo sabía pero ese día no serían mis bronces lo más trascendente que iba a pasarme. 

 

Algo mucho más grande me estaba esperando para detener mi vida por completo...

 

 

Capitulo 2

 

Cuando estas viviendo el momento más feliz de tu vida puede que sea el preámbulo de algo mucho más fuerte.

 

Pasaba la una de la tarde de ese 19 de septiembre y yo regresaba de mi visita a la fundicion.

 

Mi sonrisa era enorme y mi mente distraída volaba sin importar nada más. Mi corazón seguía latiendo muy fuerte  porque había logrado mi sueño.

 

Me encontraba a una hora de distancia de mi taller y la zona era totalmente desconocida. 

 

Caminaba en medio de la calle y era imposible disimular la alegría que había en mi.

 

Una señora volteo y logró verme, suponiendo quizá que yo no era de esos rumbo.

 

Fue un gesto inmediato e inconsciente aquel en donde percibió mi presencia a unos metros de ella.

 

La rebase lentamente y seguí mi camino con toda tranquilidad. Habían pasado tan solo cinco minutos desde que salí de la fundicion y fue entonces que ese palpitar que yo llevaba dentro de pronto emergió del pavimento.

 

La reacción fue espontánea al notar que estaba temblando y tal vez mi respuesta hubiera sido la misma de tantas otras veces, de no ser porque casi al mismo de manera simultánea el movimiento oscilatorio al que estaba acostumbrado se unió a uno desconocido.

 

El piso empezó a hacer un efecto de empujar hacia arriba y bajar a tal punto que era imposible mantenerse en pie.

 

La señora que momentos antes había visto estaba teniendo un ataque de pánico y empezó a llorar.

 

Se paralizó en pleno arroyo de la calle y era tal su miedo que no se daba cuenta el peligro de estar en ese lugar.

 

Era una avenida de un carril de cada sentido y ambos estábamos muy cerca uno del otro. La única reacción que tuve al verla fue ir hacia a ella y empezar a hablarle de una manera calmada.

 

Sin embargo, el temblor subía de intensidad y fue ahí que comprendí que la única forma de resguardarnos era sentarnos en el pavimento cerca de la banqueta.

Al principio no me pareció una buena opción porque comencé a ver los cables alrededor y la posibilidad de que uno de ellos cayera por el propio movimiento que aún estaba latente.

 

Aún así no vi otra salida y preferí permanecer así aunque sentí a los autos muy cerca de nosotros, esperaba que lograrán percatarse de nuestra presencia y evitarán un accidente.

 

Todo paso tan rápido que no recuerdo a ninguna otra persona y mi vista nubló todo mi alrededor. Me enfoque en esa señora y en que solo de mi dependía cuidar de ella.

 

El temblor pareció durar demasiado pero claramente uno pierde la noción de todo y los sentidos se alteran por completo.

 

Creo que tener que mantener mis palabras suaves y pasadas fue la manera en que yo asimile para mí mismo ese miedo que sentía y que se guardo muy en el fondo hasta desaparecer. 

 

Una vez que empezo a regresar todo a la normalidad, varias personas se acercaron a la señora, como si la conocieran decían su nombre. 

 

Se enfocaron en ella y yo simplemente la mire y la deje ahí con ellos, sus vecinos, que serían quienes la ayudarían a llegar a casa.

 

Camine con una leve angustia más por ese llanto de ella que por lo sucedido. Mi mente se fue despejando y observe a mi alrededor a las personas con el mismo efecto de incertidumbre de cuando no sabes que ocurrió. 

 

Todos sabíamos que no había sido un sismo como muchos otros pero no entendíamos que había provocado más allá del susto. 

 

Las construcciones estaban intactas y no se percibía daño alguno que alertara de la verdadera intensidad ccob la que ocurrió. 

 

Tan extraña e indiferente fue la transición del caos a la calma que pareció que nunca hubiera ocurrido. 

Los autos seguían circulando por la avenida y todos retomaban sus caminos. 

 

Avance unas cuadras más y llegué muy cerca del periférico oriente, iba de las avenidas más transitadas de la ciudad. Esta avenida tiene un segundo nivel soportado por grandes columnas a todo lo largo de la avenida y es donde se ubica en lo alto una ruta del sistema colectivo metro de la ciudad. 

 

La circulación del tráfico era conflictiva desde que llegué a la zona, sólo que esta vez regresaría en una hora pico. Atribui ese aumento de flujo vehicular a ese horario y el caos normal que es similar en toda la ciudad. 

 

Pará mi nada había cambiado, porque todo ese entorno era desconocido y sin más aborde un autobus que me llevaría a casa. 

 

Con el pasar de los minutos notaba que el tráfico nos detenía cada vez más pero no di mucha importancia, incluso me centre en el efecto de dos patrullas que pasaron esquivando autos como en una especie de persecución. 

 

Alteró a todos un poco aquel sonido de las sirenas que se fue alejando y fundiendo en los sonidos urbanos. 

 

Una persona subió al autobus y se mostró muy alerta de su teléfono móvil. Comentó con otro tripulante que al parecer se había desplomado un edificio en la colonia  Condesa que es en donde se encuentran los edificios más antiguos y con ese tipo de riesgo por un temblor. 

 

Fue obvio que los demás tripulantes estuvimos atentos a ese mensaje, aunque por inercia volvimos a la cotidianidad de nuestro viaje en curso. 

 

Alrededor de la avenida no parecía verse ningún daño al inicio del recorrido pero pude notar una barda que había caído sobre un coche estacionado. Mi mente justificó el hecho con la teoría de que quizá estaba mal construido aquel muro y era obvio que era mas fácil que se cayera. 

 

Más adelante un local comercial se encontraba con mucha pintura escurriendo dentro de su acceso y en las banquetas por el efecto del movimiento y el peso de las cubetas. 

 

De ahí en más no me percate de otros daños y considere que no era para tanto. 

 

Al instante recibí una llamada de mi padre, quien me preguntó si todo estaba bien. Le mencioné lo ocurrido y que al parecer eran daños menores y no había porque alterarse . 

 

Se tranquilizó con mi respuesta cuando le dije que me faltaban treinta minutos para llegar a casa y que le diría si sabía de algo más. 

 

Ya cercano a mi rumbo decidí por un error de cálculo bajar del autobus algunas cuadras antes y me centre en mi falla y la distancia que aun me faltaba para llegar a casa. 

 

Era la hora pico del tráfico y se sumaba con la salida de los estudiantes en otra avenida muy transitada.

 

Mi zona era Coyoacan, al sur de la ciudad , donde se encontraba mi taller, dentro del Multifamiliar Tlalpan, que es una unidad habitacional conformada por diez edificios horizontales de cinco pisos y cada uno con 40 departamentos. 

 

Ese conjunto habitacional recién había conmemorado su sesenta aniversario y en esa época era un proyecto muy innovador por la modernidad y diseño de espacios comunes. 

 

Yo vivía en la planta baja del primer edificio de la orilla junto a una avenida de cuatro carriles en ambos sentidos y la vía del Tren Ligero dentro del camellón. 

En total esa avenida era de casi 60 metros. En la ciudad de México estas grandes avenidas son monstruos vehiculares que sólo se pueden atravesar subiendo la escalera peatonal. Frente a mi edificio estaba una de esas escaleras y una zona de canchas deportivas con malla ciclónica. 

 

Caminando hacia mi zona que aún estaba muy lejos, empecé a sentir un ambiente raro, entre esas multitudes que se generan cuando evacuan por un temblor y una sensación de desconcierto. 

 

Entre más me acercaba a mi cuadra, se fue despejando la gente y quedé lejos de esa multitud de estudiantes. 

 

Cruce la avenida y llegué a un parque que estaba en contra esquina de mi edificio. Parecía estar más calmado entre más me acercaba a mi taller. 

 

Fue cuando recibí una llamada de un amigo, quien un poco alterado preguntó si estaba bien. La respuesta fue la misma que di a mi padre anteriormente ya que seguía sin notar nada más allá del tráfico y un protocolo de evacuación.

 

Mi amigo fue insistente y con indiferencia seguía relatando lo que pasaba a mi alrededor. Entre más me acercaba a la avenida fui notando una atmósfera extraña mucho más extraña. 

 

De pronto, me quedé paralizado ante lo que mis ojos apenas podían creer. 

 

Tuve que cortar la llamada abruptamente.

 

Esa tarde ya nada volvería a ser igual...

 

 

Capitulo 3 

 

En nuestra vida siempre recordamos las experiencias de acuerdo a lo trascendente que fueron. Ese recuerdo nos marca y siempre está presente para acompañarnos. 

 

Había llegado al edificio donde vivía en Coyoacan, tras haber sentido ese sismo una hora atrás al salir de la fundicion donde deje mis esculturas. 

 

No había impactado en mis emociones ya que durante el trayecto de regreso no notaba un rastro directo. 

 

Aunque sentía una atmósfera de incertidumbre a mi alrededor, para mi había sido el efecto cotidiano tras esos temblores que se viven constantemente en la ciudad. 

 

Esa tarde frente a la gran avenida que colindaba con mi edificio, pude darme cuenta de una escena que me alarmó. 

 

Dos trailers ubicados a cada lado de la vialidad, cerraban el paso a los cuatro carriles respectivamente para evitar el flujo. 

 

Asimismo, la malla ciclónica que resguarda la vía del tren ligero había sido cortada en algunos tramos. Una situación alarmante por el riesgo que esto implicaba ya que las personas atravesaban en multitudes hacia un punto que sitio que aún no descubría. 

 

Este momento me lleno de sorpresa por el caos que empecé a notar a lo lejos. Empecé a ver muchas cubetas en la banqueta y vecinos saliendo nerviosos sin dar explicación alguna. 

 

Yo parecía ser el único que no formaba parte de la escena y conforme me fui acercando a donde la multitud se aglomeraba, empecé a sentir la desesperación en los rostros de las personas. 

 

Mujeres envueltas en llanto sin poder comprender nada observando a todas partes como buscando respuestas. 

 

Fue así que mientras avanzaba al centro de la avenida voltee y descubrí el origen de todo. 

 

Uno de los edificios de la misma unidad habitacional donde vivía se había derrumbado. 

 

La imagen sigue vigente en mi memoria de manera tan clara que reveló en un segundo lo que enfrentaría más tarde. 

 

Me quedé pasmado al ver como tantas personas corrían para ayudar a retirar escombros o simplemente a observar la tragedia. 

 

Un edificio de cinco niveles por cien de largo se había desplomado y de él sólo quedaban las losas encima una de otra, contenidas en una planta baja que soportaba el peso total del escombro de cincuenta viviendas compactada. 

 

Recuerdo haberme quedado en silencio total con los ojos fijos en ese edificio. Al instante pensé que se trataba de un sueño del que despertaba de inmediato. Era real lo que veía frente a mí y lo único que pude recordar de ese  edificio fue que tres horas antes había estado frente a el. 

 

Como parte mi rutina desde que llegué a vivir a la Ciudad de México, visitaba una biblioteca que se ubicaba a unos metros de ese edificio. 

 

Muchas ocasiones permanecía por horas en ese lugar, pero ese día mi estancia fue de cinco minutos solamente. 

 

Esta rutina se había foto ese día al igual que mi visita a un supermercado cercano que también era parte de mi plan semanal y que por alguna razón pospuse.

 

Pense en esa pequeña posibilidad que se eliminó por ese cambio de mi ruta ya que si hubiera permanecido como regularmente hacia, era muy seguro que yo fuera quien viera el desplome en el momento justo y quizá hasta haber muerto mientras evacuaba la zona. 

 

Siempre que recuerdo todo, me queda ese cabo suelto del impacto personal y emocional que se hubiera provocado en mi tras una escena de esa magnitud. 

 

Mi mente no sabía bien cómo reaccionar y volvió a crear un panorama posible en el cual era mi edificio el que pudo haber caído. Voltee a verlo casi instantáneamente y me di cuenta de lo real que era la idea de que en cualquier momento como parte del efecto de ese temblor, pudiera caer otro edificio, el mio. 

 

La idea de que había tenido suerte en que no fuera mi edificio el derrumbado, me hacía aceptar la posible perdida de mi hogar. 

 

Había sido afortunado en no estar dentro de mi taller, ni cerca de esa zona sino hasta una hora después. 

 

Los ánimos eran muy pesados y la tragedia se sentía entre más me acercaba. Admito que no quise estar donde la multitud por evitar entorpecer las acciones de rescate improvisadas por los vecinos. 

 

Para las cinco de la tarde aún no había autoridades que resguardaran ni siguieran protocolos de rescate. 

Por lo mismo era importante tratar de seguir a algunos líderes que pedían apoyo de diferentes manera. 

Me mantuve inerte ante el esfuerzo de creer en esa realidad mientras me resguardaba en el camellón. 

 

Las personas desde el otro sentido de la avenida salían de los coches apresurados para llevar agua a los rescatistas improvisados. 

 

Al tiempo que veía esa escena, otra más me inundaba y de manera incesante empecé a quedar envuelto en la tragedia. 

 

Nadie estaba seguro de que decir, simplemente actuaban por instinto para ser parte de la esperanza colectiva. 

 

En donde yo permanecía empecé a ver varios objetos llenos de polvo que me impactaron al instante. Se trataba de muebles y artículos personales que estaban siendo sacadas de los escombros. Fue muy fuerte ver aplastadas las cosas reducidas a fierro viejo lleno de polvo. 

 

Me llamó la atención cuando una persona aventó una bicicleta que tenía una de sus llantas doblada casi por completo. 

 

Me preguntaba a quien pertenecía pero más si esa persona aun seguía ahí dentro con vida. 

 

Veía tan lejana la posibilidad que me inundaba un llanto que quedó atrapado en mis ojos. Empecé a sentir una tensión incalculable y mi cuerpo seguía quieto. 

 

Me tomaba el rostro con las manos como queriendo despertar de esa pesadilla. 

 

No hablaba con nadie porque no tenía idea de qué decir y aunque escuchaba a las personas relatar los hechos, sentía que quería estar solo y lejos de todo. 

Algo en mí me pedía que me quedara a entender esto y a reaccionar. 

 

Fue muy triste lo que veria después a unos metros de mi. Un joven que también permanecía un poco como yo pero tanto desenganchado de ese ambiente, tenía la mirada fija en las cosas que se acumulaban en esa parte de la calle. 

 

Recuerdo que note su expresión de alerta al ver esa bicicleta arrumbada. 

 

Sigilosamente y aprovechando el caos, se acercó lentamente y empezó a ver los daños que tenía. 

Yo no lo podía creer pero note su deseo de robarls aún sin importar toda la escena y lo injusto de aquel delito. 

 

Se mantuvo un tanto expectante al principio u después tomó valor para moverla unos metros, nos llegamos a ver fijamente pero mi reacción era más de sorpresa que se enojo. 

 

El hombre que minutos antes había aventado aquella bicicleta logró percibir la intención del joven y le grito 

.-qué te pasa, vete de aquí, no quiero volver  a ver que intenta acercarte a robar. 

 

El joven lo vio asustado y se alejo unos metros y se disperso entr la multitud. Ya no lo volví a ver pero estabs seguro de que lo volvería a intentar. 

 

Una sensación de enojo me lleno por dentro al ver como hay personas que no sienten nada ante estas situaciones más que la oportunidad de ser egoístas y sacar provecho. 

 

Después de ese momento me acerque más a donde todo ocurría. Podía notar cientos de personas amontonadas pasando las mismas cubetas que ya había visto antes de darme cuenta de todo. 

 

Se trataba de cubetas que se llenaban de escombro y que iban pasando en una cadena humana para liberar la zona. 

 

A sí vez junto a la zona afectada, en un árbol una persona en lo alto gritaba que guardarán silencio. 

Subia el puño en señal de silencio y con una cartulina pedía silencio. 

 

Ese momento fue impactante porque todas las personas que estaban en ese lugar de manera automática respondían ese llamado. 

 

Esa sería la primera de muchas veces que fui parte de ese silencio. Era estremecedor ver como todos se unían a una señal. 

 

Aún así se sentía una impotencia ante el ruido generado por personas ajenas que tomaban fotografías o comentaban lo su decido. La presencia de dos helicópteros de prensa que volaban cerca de la zona generó un enojo colectivo. 

 

La gente empezó a gritarles para que se fueran, agitando los brazos desesperados. 

 

De pronto un impulso me hizo entender lo que tenía que hacer...

 

 

Capitulo 4

 

Las emociones son impulsos que nos hacen reaccionar antes las tragedias de una manera que nunca imaginamos. 

 

Tras haber descubierto poco a poco esa escena de un edificio desplomado cerca de mi taller, me encontraba invadido por una sensación de vulnerabilidad. 

 

Las personas reflejaban en sus rostros un desconsuelo total y mi mirada había ido cambiando con cada detalle que encontraba en mi camino. 

 

Cerca de mí mientras iba y venía entre la multitud como queriendo pertenecer y no, escuché a una vecina que comentó que había otros edificios destruidos. 

 

Mencionó algo sobre un supermercado a unas tres cuadras que también estaba colapsado. Se trataba de él mismo lugar al que yo pensaba ir en la hora en que él temblor ocurrió. 

 

Mi mente sincronizaba ese destino como uno más de los que no se concretaron en mi rutina ese día. 

 

Me asustaba sentirme acorralado por los daños y me empezaba a crear en mi mente una ciudad abatida que vivía esa escena desde muchos más panoramas. 

 

Yo sólo era parte de una parte de los hechos pero me daba cuenta de que en otros cientos de lugares seguramente estaban pasando tragedias similares. 

 

Mi cuerpo se lleno de estrés y sentí mi cuerpo atrapado en la situación y fue así que desde mi interior una voz me pidió hacer algo para ayudar.

 

Sin pensarlo me acerque a la fila de personas que a un costado de la zona afectada recibían cubeta llenas de escombro. 

 

No me sentía útil de otra manera y fue así que me integre para ser un eslabón más de esa cadena de ayuda. 

 

Las cubetas iban con tanta rapidez que obligaba a estar atento en todo momento. 

 

Se sincronizaba por momentos la línea de apoyo en dos hileras que por momentos se detenía por algún incautó que tomaba las cosas con calma. 

 

Pará mí por el contrario era una necesidad hacerlo con la mayor velocidad ya que entre más tiempo pasaba menor probabilidad había de encontrar sobrevivientes. 

 

Había algunas personas que nos indicaban que teníamos que agilizar el flujo de escombro ya que eran necesarias más y más cubetas.en un área común a unos cien metros del edificio era donde se empezaban a colocar las montañas de escombro. 

 

Cubetas pesadas que wn ese momento no me lo parecían, fueron generando un cansancio y algunas lesiones como producto de esa adrenalina que no mide consecuencias. 

 

Mi complexión delgada en una situación normal no hubiera podido ser de mucha ayuda para tal esfuerzo físico, pero era más el deseo de ayudar y querer liberar tanta energía y estrés que mi capacidad de carga aumentó.

 

Podía sentir como mis brazos y espalda no se daban por vencidos ya que me había vuelto parte de este rescate. 

 

Se nos fueron dando cubrebocas de tela para protegernos del polvo que aún esparcia, creando una nube de polvo café y blanco que nos cubría por momentos. 

 

Por otro lado, algunos vecinos y pequeños negocios se organizaron y fueron dándonos comida y agua para recobrar energías. Era la hora más intensa del sol y la mayoría de nosotros habíamos sido sorprendido sin alimento. 

 

La solidaridad se empezo a percibir desde muchas personas y se empezaron a seccionar actividades de rescate. 

 

Recuerdo que hubo un momento donde comencé a sentir que no era suficiente con estar dentro de esa cadena sino que necesitábamos corregir la ruta y disminuir tiempo de descarga. 

 

Mi mente intentó buscar una solución rápida y empecé a explicar cómo resolverlo. También note que las cubetas se quedaban varadas en las zonas del escombro y fui corriendo para recuperarlas y reactivar ese flujo. 

 

Recordando esas reacciones desesperadas creo que por momentos tuve la atención de un grupo de personas y me volví una especie de líder temporal. 

 

Explicaba que debíamos hacer para ayudar de una forma más eficiente y era escuchado y acompañado en el proceso. 

 

Era impactante mi propia reacción que es inevitable sonreír ante ese coraje que me alimento y en donde quería dar todo lo que estuviera en mis manos.

 

La tensión y el cansancio iban aumentando y entre cargar, recolectar y correr con cubetas me sentí aliviado de ser parte. 

 

El tiempo fue pasando y yo confirme cambiaba de actividad también me movia de zona. 

 

A las siete de la noche empezaría a oscurecer se y las labores de rescate se complicarían. 

 

Era muy importante acelerar el rescate ya que las primeras horas son las más cruciales para encontrar personas aún con vida. 

 

Esos rescates se habían vuelto la razón de ser ese día y todos estábamos conscientes de que de nosotros dependía salvar esas vidas. Todos y cada uno eramos parte clave como un equipo de desconocidos que se habían vuelto familia. 

 

Las personas que dirigían desde el centro de la zona afectada empezarían a pedir ayuda diferente. 

 

Las cubetas dejaron de ser importantes y ahora se solicitaban lámparas, extensiones de luz y baterías para resolver el problema de la luz. 

 

Pará ese enronces comprendí que toda la unidad habitacional se había quedado sin luz eléctrica y pronto esos pasillos se llenarian de oscuridad como un símbolo de la tragedia. 

 

La luz ahora sería esa esperanza latente que permitiría pensar en un futuro para quienes aguardaban entre aquellos escombros. 

 

Pienso que cada minuto que pasaba me alimentaba de esa carga emocional, desbordandose de diferentes maneras. 

 

Fueron las horas más intensas de mi vida pero sin duda creo que son las que más han valido la pena. 

Observar como las personas se sumaban a la labor era algo que alimentaba el espíritu y de esta manera se olvidaba el cansancio y el dolor. 

 

Después de permanecer en esa cadena de rescate se disperso la gente y se empezaron a organizar de otras maneras. 

 

El escombro se acumulaba en otras zonas y se empezó a restringir el acceso. Algunos andadores estaban en total oscuridad, lo que generó el vandalismo que aunque no note en ese momento, después sería otra de las preocupaciones de los afectados. 

 

Por mi parte, quería saber en qué otras formas podía ser de ayuda y fue así que recorriendo la zona, me integre a la recolección de víveres en las canchas deportivas justo frente a mi edificio. 

 

Ese sería el centro de acopio improvisado en el cual me integraría en otra cadena de ayuda sobre una escalera peatonal y dentro del lugar almacenando botellas de agua que se separaban de las despensas que se entregaban. 

 

De esta manera la noche transcurrió y no siquiera me había percatado de mi teléfono celular. 

 

Una vez que sentí que mi cansancio me rebasaba, decidí sentarme en la banqueta y observar como sucedían las cosas. 

 

Aún cansado, recorría de ida y vuelta cada sitio para entender cómo estaban ocurriendo las cosas. 

 

Alrededor de las diez de la noche, lograron restablecer la electricidad y se implementaron medidas de seguridad para la zona. Se acordono el área afectada y algunas autoridades comenzaron a llegar. Cuatro ambulancias estaban listas para la salida de algún herido y una docena de médicos coloco sus casas de campaña cerca del lugar. 

 

La multitud se fue dispersando hasta resguardar el rescate. Las señales de silencio que se solicitaban con el puño levantado incrementaban entre más pasaba la noche. 

 

El tiempo parecía desaparecer y todas las miradas estaban atentas a ese lugar. La vialidad se mantuvo cerrada de un sentido y del otro se reabrio para evitar el tráfico y por ende el ruido. 

 

Aún así a mi parecer las medidas eran insuficientes pero esta vez no podía hacer nada más.

 

Caminando con un dolor intenso en brazos y espalda recibí algunos víveres que me ayudaron a recuperar un poco de energía. 

 

Sin embargo, el estrés estaba dentro de cada musculo y cada pensamiento. Quise saber la hora y encendí mi teléfono. De inmediato alrededor de cincuenta mensajes se habían acumulado a lo largo de la tarde. 

 

Me sentía tan extraño y observado como nunca me había gustado que me vieran. Sería muy cansado recapitular lo sucedido toda esa tarde y decidí al azar contestar algunos. 

 

Sin darme cuenta mi teléfono se descargo y desde ese momento me sentí más solo que nunca...

 

 

Cspitulo 5

 

Un instante puede volverse una eternidad. 

 

El tiempo es tan relativo que los momentos de caos pueden duran mucho más de lo que pensamos.

 

Tras haber sido parte del rescate y la recolección de víveres, me mantuve de pie recorriendo la zona afectada. 

 

Mi cuerpo estaba cansado pero mi mente mucho más alterada por ver tanta movilidad en tan poco tiempo. 

 

Caminaba entre las luces de vehículos, gente acumulada en la avenida queriendo ayudar, rescatistas, vecinos llorando y víveres que seguían llegando. 

 

Durante este vaivén en ese lugar, me fui alimentando un poco de los víveres que me entregaban. Por momentos me sature de los mismos como parte de esa ayuda desmedida de parte de todos quienes observaban mi cansancio y el de otros vecinos. 

 

Supongo que se delataba en nuestros rostros ese estrés de toda la tarde y de la incertidumbre de no saber a dónde ir. 

 

Esa noche el tiempo parecía alargarse al punto que llegue a sentir esa noche como una eternidad. 

 

Sin embargo, al notar que mi cuerpo debía descansar tome la decisión de sentarme para descansar. 

 

Cuando estas entre todo ese caos es difícil descansar la mente y a veces tienes que buscar algo en que distraerte. 

 

En mi caso se trataba de encontrar donde cargar mi teléfono móvil. 

 

Comencé preguntando a algunos policías que resguardaban la zona y ninguno de ellos me permitió hacerlo. Mi intención se desvanecía entre más preguntaba a los alrededores. 

 

More que llegó un camión de militares a organizar la situación pero más me parecía que sólo estaban haciendo presencia que ayudando directamente. 

 

Se empezó a hacer un acordonamiento más amplio para permitir la salida de alguna ambulancia con sobrevivientes. 

 

Fue entonces que entre esa señal de silencio con la mano levantada a lo lejos se escucharon aplausos. 

 

Fue un momento muy fuerte porque creo todos sabíamos de lo que se trataba. Una persona había sido rescatada y las labores estaban resultando. 

 

La sensación inmediata de escuchar aquellos sonidos  a lo lejos provoca una paz interna que equilibra las emociones. 

 

La tristeza desaparece y la nostalgia toma su lugar como ese mensaje esperanzador que te agradece por ser parte de la ayuda. 

 

Es ahí cuando los rostros desencajados empiezan a cambiar y las miradas se cruzan entre sí en silencio, porque saben que todo va estar bien. 

 

La atmósfera se percibe muy diferente cuando se crea ese silencio repentino y cuando la ambulancia avisa su salida con las luces. 

 

Entendería que el tiempo efectivo para rescatar personas vivas se acorta con cada hora y que el uso de maquinaria manual o mecánica es imposible para quitar escombro  hasta pasado el momento crítico.

 

Después de dar el aviso de no sobrevivientes es cuando se permite entrar con apoyo mecánico porque el riesgo a dañar a algún herido debajo de los escombros es mínimo y por eso antrs se tiene que dar un margen de vida. 

 

Nadie de los que estábamos ahí queríamos que ese momento llegara porque significaba el final del rescate. 

 

Los testimonios entre vecinos empezaba a resonar en el ambiente y era así que empecé a conocer sobre algunas víctimas que habían quedado atrapadas. Era la manera más cruel de enterarse de que había conocidos o familiares de ellos ahí dentro. 

 

Hay situaciones que apenas puedo imaginar, como aquella en donde los familiares llegan con los rescatistas para anotar el nombre de algún desaparecido que saben estaba dentro del edificio como resultado de esa rutina inamovible. 

 

Una de las historias que me estremeció por completo fue cuando escuché la situación de dos niños a los que su madre dejó encerrados con llave para salir a la tienda y que fue imposible pensar que hubieran podido salir a tiempo. 

 

Esta historia me parecía desgarradora no sólo por el hecho de saberlos ahí atrapados sino también por el sentimiento de culpa de la madre que descubre la escena trágica al regresar a casa. 

 

También conocí la historia de algunos adultos mayores que difícilmente hubieran podido salir a tiempo ya que parte del caos de ese sismo fue que las alarmas no sonaron a tiempo. 

 

No sabía con certeza que pasó con esas víctimas de las cuales escuché por nombre y número de departamento. 

Entre el caos es difícil confirmar si alguno de ellos ese día cambio su rutina como me pasó a mi. 

 

Según recordaba solo 72 horas era el tiempo que se daba para considerar alguna persona viva y de esta manera se conocería el saldo de sobrevivientes. 

 

Por tal motivo desde que alguien se encontraba deambulando en la zona se obligaba a seguir el protocolo de rescate al guardar silencio una vez que se levantaba desde lo lejos el puño sin importar que se estuviera a unas cuadras de la zona dañada. De la misma manera los vehículos debían detenerse y las personas debían dejar de caminar y evitar hablar. 

 

Se paraliza a por unos segundos la zona y después se retomaba la dinámica normal. Esta manera era la más efectiva si uno quería ayudar porque aunque no se estuviera directamente rescatando entre los escombros, era como entregar un poco de esperanza al momento de respetar la señal. 

 

Nadie se negaba a seguir este lenguaje colectivo de apoyo e incluso era una manera de recordarnos que alguien podía estar siendo escuchado muy adentro del escombro y que significaba una vida más. Nos hacía parte de este símbolo de solidaridad que con el pasar de esas horas sería parte de nuestros recuerdos. 

 

Esa noche el cielo estaba nublado y se nos hizo saber que con la lluvia se disminuían las posibilidades de rescate por ser peligrosas para los rescatistas. Recuerdo mi sentimiento de preocupación al ver caer esas primeras gotas de lluvia que tomaban a todos por sorpresa. 

 

Afortunadamente pareció sólo ser un falso augurio o quizá era tanta la energía acumulada de una ciudad herida que logró alejar las nubes esa noche. 

 

Una vez que lograron restablecer la iluminación de la zona, colocaron unos reflectores y en ese momento se dejaron de solicitar lámparas y baterías. 

 

Las labores de rescate se volvían más seguras y sin duda las horas de descontrol habían pasado con cada hora de esa tarde. 

 

En mi búsqueda por un lugar donde cargar mi teléfono, avance del otro lado de la avenida esta vez entre el camellón y las vías del tren, donde seguían acumulando víveres y agua embotellada.

 

Mw acerque a la zona afectada desde el frente, aunque lo más cercano que pude eran unos 40 metros desde los carriles lejanos. 

 

Fue ahí que mis ojos capturaron la escena de ese edificio aplastado con cada una de sus cinco losas y un nivel de planta baja que había quedado intacto ante el peso total. 

 

Se veían rescatistas que caminaban entre el montón de acero y concreto buscando como iluminar entre los espacios o escuchar algún sonido sutil que emergiera desde dentro. 

 

Acercarse más de esa distancia ya era imposible y de hecho estaban empezando a pedir a la gente que apagarán sus teléfonos móviles porque interferir con sus aparatos de rescate que media vibraciones de baja frecuencia. 

 

Era difícil lograr que todos aceptarán esa medusa ya que era el medio más directo para comunicar lo que estaba ocurriendo en otras zonas. 

 

Ya antes había escuchado de dos edificios que acababan de colapsar a unos kilómetros dentro de esa misma zona. 

Escuchar esas noticias me dejó helado y empecé a sentirme en una zona de guerra en donde instantáneamente empiezan a caer edificios resentidos por el sismo. 

 

Entre ellos visualizaba el mio y wn general toda la zona habitacional ya que si uno había caído eran altas las probabilidades de que hubiera un efecto domino.

 

Mi mente cansada empezaba a estar dispersa y retome aún así la búsqueda de batería. Me acerque a un coche que se encontraba cerca y pedí me ayudarán. 

 

Eran dos jóvenes que sin dudar me ofrecieron su ayuda sin saber todo lo que para mi significaba ese momento. 

 

Ese fue el primer gesto de solidaridad directo que recibí como damnificado.

 

Me habían hecho sentir un poco menos solo...

 

 

Capitulo 6

 

Cuando nos sentimos vulnerables solo hay un lugar donde podemos sentirnos seguros...

 

... en casa. 

 

Durante ese día había viví entre un mundo de emociones para wl cuál no había sido preparado. La incertidumbre, la tragedia, la impotencia, el desconsuelo y el dolor se mezclaban por momentos con la empatia, la solidaridad, la alegría y la esperanza. 

 

Uno a uno alteraron mi condición humana sin avisar y me envolvían como un ser indefenso que de por sí ya vivía en esa gran ciudad y había aprendido a estar solo, para ahora tener una prueba final de valentía y resiliencia que jamás espere vivir. 

 

Meses atrás había cumplido tres años viviendo solo y empezaba a disfrutar esa estabilidad como artista. Disfrutaba la gran ciudad y se habrían las posibilidades. 

 

Quería hacer tantas cosas pero no contaba con ese suceso que empezaría a marcarme desde esa primera noche. 

 

En ese coche al que pedí ayuda para cargar mi teléfono se encontraban dos jóvenes que me invitaron a entrar para descansar. Imagino que el rostro empolvado o mi voz débil eran la evidencia de mi situación. 

 

Ellos fueron las primeras personas con quien intercambie emociones desde diferentes experiencias. Les platique que yo vivía en uno de los edificios que estaban en la zona y me compartieron su vivencia desde otra zona. 

 

Me contaron que esta era la tercera zona a donde llegaban  pats ofrecer ayuda y que venían de otros sitios que tenían el mismo caos. Que desde la tarde se detuvo toda la ciudad y ellos estaban buscando la manera de ayudar aunque era un descontrol total y también estaban agotados. 

 

Fue un deshago colectivo en donde me sacaron de mi zona para informarme como la estaba pasando otras zonas. Yo me había encerrado mentalmente en pensar solo en la tragedia de mi ubicación cuando existían otros edificios en iguales condiciones. 

 

No sabían con precisión de cuántos daños se habían provocado pero si mencionaron que por la tarde dejaron de funcionar transportes públicos y el metro. 

 

Al parecer fue cuando yo llegue caminando a los edificios cuando como un ajedrez, fueron cayendo edificios y la gente entró en pánico. 

 

Las zonas de la ciudad se quedaron incomunicadas entre sí porque era imposible trasladarse en transporte público y eso generaba impotencia y desesperación. 

 

A su vez, se perdió señal permanente en comunicaciones durante horas en las que no sólo fue físico el caos sino de manera virtual. 

 

Nadie estaba seguro de cómo estaba ocurriendo todo y la única manera de movilizarse era caminando para ka mayor parte de la población. 

 

Los coches hicieron su labor de llevar agua embotellada, las empresas de alimentos también se solidarizaron y repartieron lo que estaba en sus manos a quiwnes ayudaban en labores de rescate. Fui testigo de cómo camionetas de panaderías ofrecían mucha comida para que recuperaramos energías y siguiéramos ayudando. 

Se sumaron infinidad de pequeñas empresas o amas de casa preparando alimentos. 

 

Todo esto estaba ocurriendo simultáneamente en toda la ciudad y escuchando esos relatos que ellos me estaban contando descubrí que esto era mucho más grande de lo que creía. 

 

Me sentí tan pequeño en medio de la nada, inconsolable mentalmente pero al menos con la esperanza de que estaba apareciendo mucha ayuda. 

 

Los dos jóvenes me dijeron que tenían que ir a descansar esperando que se hubiera cargado lo suficiente mi teléfono. 

 

Me dijeron que era muy tarde y que me fuera a descansar para lo cual regrese la intención haciéndoles ver que su ayuda había sido muy importante y valiosa para mi. 

 

Salí del vehículo tras treinta minutos y justamente al despedirme pregunte la hora, ante su insistencia de comentar que al parecer era muy tarde. 

 

Me comentaron que eran las 4 am y en ese momento quedé atónito y sorprendido. Claramente mi cuerpo reflejaba tantas horas de cansancio caminando de un lado a otro sin medir el tiempo. 

 

Había escuchado de manera intermitente algo acerca de un albergue pero la verdad es que jamás me informe mas allá de escuchar algunas frases dispersas. 

 

Me sentía tan perdido entre una avenida que no mostraba lógica con el horario y yo ahí sin saber qué hacer. 

 

Estaba tan adolorido que me quede pensando fugazmente en a donde ir. Era obvio que entrar a los edificios no ers una opción por el riesgo que implicaba una replica. 

 

Mi mente no tenía respuestas y poco a poco dejé de pensar para quedarme parado sin sentido las luces, los sonidos y mi realidad. 

 

Eran de madrugada y no sabía qué hacer ni a quién acudir. Estaba ensimismado y supongo que lo único que pensé era en ir al lugar donde me sintiera mad seguro y protegido. 

 

No se trataba de algún albergue o a un sitio desconocido donde pudiera sentirme ajeno o más extraño. 

 

La única respuesta para ese momento fue entrar a mi edificio y abrir la puerta de mi estudio en esa planta baja. 

 

Se encontraba a oscuras, como abandonado y callado. Parecia un duelo muy íntimo que se estaba llevando a cabo en cada habitación. 

 

Por la tarde había justo después de descubrir el caos, me había dado un poco de tiempo para entrar a ver que daños tenía mi estudio y aunque vi muchos materiales y repisas en el piso, no había grandes afectaciones. 

 

Lo que si puedo recordar que me impacto fue ver algunos de mis cuadros más pesados totalmente inclinados sobre el muro. 

 

Ver esto y el piso lleno de cosas me mostró la escala del sismo y que de haber estado dentro mientras ocurría me hubiera sido muy fuerte. 

 

Agradecí después por no haber vivido en mi estudio este trágico momento que sin duda me hubiera marcado de una forma muy diferente. 

 

Esta vez al entrar de madrugada y ver desde dentro las luces de las ambulancias iluminando mis ventanas, pude percibir que algo había terminado. 

 

Que mi vida jamás sería igual pero que sin importar nada, tenía que permanecer en mi mundo. 

 

Me recosté casi al instante en mi cama y pude sentir ese alivio físico en mi espalda. Volteaba al techo de mi cuarto que estaba frente a la avenida y continuamente se dibujaban siluetas de personas acompañadas con murmuró. 

 

Encendi mi teléfono con una carga de 20 % y empecé a ver  algunos videos que saturaron las redes sociales. 

 

Esta vez no quería sentirme observado por tantos mensajes preguntando si estaba bien. Ni siquiera yo sabía la respuesta porque nada estaba claro esa noche. 

 

Después de ver algunos videos de edificios colapsando decidí apagar mi teléfono porque me di cuenta de que no me hacia bien nada de eso. 

 

Tenia la noticia afuera de mi ventana y a la vez estaba siendo parte de la misma. 

 

Yo sabía que entrar a ese edificio a pasar la noche era una muy mala idea por las probabilidades que había de un derrumbe. 

 

Fue ahí que comprendí la lección más valiosa que me dio la vida como artista. 

 

No existia mejor refugio para estar a salvo que entre mis cuadros porque ellos solo me tienen a mi. 

 

Esa madrugada cerré mis ojos cansados y me aferre a mi mundo. Pasara lo que pasara estaba donde quería estar desde siempre y si no salía vivo de esa noche al menos estaría rodeado de lo que amaba. 

 

Esa noche dormí profundamente entre esos sonidos que se fueron desvaneciendo lentamente. 

 

No sabía si despertaría ni como, lo único que sabía es que necesitaba estar así, en mi estudio... 

 

... mi hogar 

 

Fin

 Capítulo 1

 

Cuando pensamos en que las cosas en nuestra vida pueden cambiar, casi nunca estamos preparados para la llegada de ese cambio. 

 

Ese 19 de septiembre no era un día común y todos los habitantes de la ciudad de México lo sabían. Se conmemoraba un aniversario más del sismo del 85.

No se trataba de generar miedo por esa razón pero si tener presente un dua tan trágico que difícilmente se podría borrar de la memoria de los mexicanos. 

 

A todos nos marco de alguna forma, ya sea a través de la noticia por la radio o televisión en otras ciudades del país o viviendo el caos desde dentro.

 

Además, unos días antes en la madrugada, un temblor de gran magnitud había sacudido a la ciudad y la gente en general estaba vulnerable a ese hecho que causó una  conmoción extraña que no me había tocado vivir durante los cuatro años que llevaba viviendo ahí. 

 

Hay un punto que un temblor se vuelve tan parte de la vida que deja de tener tanta relevancia y hasta llegas a acostumbrarte a una alerta sísmica o a ese pequeño vaivén de un poste o un cable. 

 

Estaba algo anestesiado ante ese efecto sísmico que no me provocaba gran alarma. 

 

Cómo artista hay momentos que marcan etapas de mi evolución o logros que de manera simbólica me abren camino a nuevos proyectos. 

 

Llevaba dos años desarrollandome como escultor con algunas piezas cerámicas y tenía por primera vez la oportunidad de llevar al bronce tres de mis primeras piezas. 

Cuando digo que esto es un logro me refiero a lo que se requiere para poder dar este gran paso ya que se vuelve complicado financiar este proceso. 

 

Me había imaginado durante un año que se sentiría ver un bronce hecho por mi.  La ilusión estaba latente como esa promesa inquebrantable que te obliga a creer en ti y en que ese dia llegara. 

 

Muchas situaciones se acomodaron para que llegara ese momento, como siempre las piezas siguen acomodándose en el tablero del destino. 

 

Durante los días anteriores por alguna razón posponia mi visita a la fundicion, misma que había conocido algunos meses atrás y en la cuál se hizo más fuerte mi visión como artista, de que algún día yo sería quien estaría ahí creando una obra. En esa vista mi mente había volado de un lado a otro y mis emociones se conectaron con cada esoacio y proceso de la fundicion. Se veia tan lejana la realidad pero el sueño tan cercano y no hay mejor forma de creer en algo que estando frente a ello. 

 

Reviviendo todo esto en mi memoria fue que al fin tomé la decisión de transportar esas cerámicas. 

 

También me costaba mucho el hecho de que quizá podrían romperse durante el proceso del molde ya que meses atrás habían sido presentadas como piezas únicas en mi presentación como escultor en la Universidad de Guanajuato. Imaginar que esas piezas únicas podrían romperse era semejante a saber que uno de tus hijos será mal herido y tu eres el responsable y es que para un artista cada una de sus obras es como un hijo mismo y hay un amor muy grande de por medio. 

 

Sin embargo, siendo consciente de todo esto me di valor y esa mañana emprendí mi gran viaje. Una hora de traslado fue suficiente para estar frente a esa gran puerta de metal. 

Recuerdo llevar dos piezas pequeñas en cajas de zapatos con telas alrededor como protección y una más grande en una cubeta de igual forma protegida. 

 

El trayecto no fue fácil por el peso propio de mi equipaje pero admito que esos recorridos con mis piezas justo cuando algo grande está a punto de pasar, se vuelve un ritual sagrado muy íntimo en el que pareciera que acompañara orgullosamente a alguien su graduación. 

 

Abrieron la puerta y me presente ya que era la primera vez que visitaba por mi cuenta la fundicion. Explique a una de las personas que trabajaban ahí lo que buscaba y enseguida fui sacando una a una las piezas. 

 

Se trataba de "Onirica", "Olvido" y "Refugio", esta última una pieza de casi nueve kilos y que simbolizaba un momento muy personal de mi vida. 

 

Al instante empecé a escuchar el título de "maestro", el cual se daban entre quienes trabajaban en cada proceso de la fundicion desde ese gran oficio y especialidad a la que se dedican y a su vez un título que se da a los escultores y artistas en general. 

 

Me pareció muy curioso recibir ese título que me fue integrando a este mundo de ka escultura en bronce. 

Una vez acordado el costo y explicado el concepto, conocí la forma de trabajo y desde ese momento me sentí ya parte de él. 

 

De alguna forma esa era de una manera muy simple, mi bienvenida a tantas aventuras y sueños por cumplir.

 

El hecho de dedicarme casi quince años a la pintura y sólo dos a la escultura hacia más lejana la posibilidad de que avanzará tan rápido en esta disciplina por ser algo nuevo para mi. 

 

Disfrutaba cada paso que daba por ese lugar y la magia estaba en todas partes. Ese caía era infinitamente hermoso y fantaseaba como ese niño que va a la feria por prinera vez. Un lugar de juegos que descubri y en donde sabia que ocurrirían tantas cosas y tantos sueños que apenas podía mantenerme quieto. 

 

Sin más que agregar al encuentro me despedí, todavía con miedo de separarme de mis pequeños hijos pero deseando que lo mejor pasara para ellos. 

 

La cita siguiente sería un mes después y poco a poco iría conociendo cada paso siguiente. 

 

Salí entusiasmado como nunca antes en mi vida y mi corazón latía tan fuerte que creo que era difícil no sentirlo. 

Pienso que tanta intensidad fue lo que provocó lo que minutos más tarde cambiaría mi vida. 

 

Yo aún no lo sabía pero ese día no serían mis bronces lo más trascendente que iba a pasarme. 

 

Algo mucho más grande me estaba esperando para detener mi vida por completo...

 

 

Capitulo 2

 

Cuando estas viviendo el momento más feliz de tu vida puede que sea el preámbulo de algo mucho más fuerte.

 

Pasaba la una de la tarde de ese 19 de septiembre y yo regresaba de mi visita a la fundicion.

 

Mi sonrisa era enorme y mi mente distraída volaba sin importar nada más. Mi corazón seguía latiendo muy fuerte  porque había logrado mi sueño.

 

Me encontraba a una hora de distancia de mi taller y la zona era totalmente desconocida. 

 

Caminaba en medio de la calle y era imposible disimular la alegría que había en mi.

 

Una señora volteo y logró verme, suponiendo quizá que yo no era de esos rumbo.

 

Fue un gesto inmediato e inconsciente aquel en donde percibió mi presencia a unos metros de ella.

 

La rebase lentamente y seguí mi camino con toda tranquilidad. Habían pasado tan solo cinco minutos desde que salí de la fundicion y fue entonces que ese palpitar que yo llevaba dentro de pronto emergió del pavimento.

 

La reacción fue espontánea al notar que estaba temblando y tal vez mi respuesta hubiera sido la misma de tantas otras veces, de no ser porque casi al mismo de manera simultánea el movimiento oscilatorio al que estaba acostumbrado se unió a uno desconocido.

 

El piso empezó a hacer un efecto de empujar hacia arriba y bajar a tal punto que era imposible mantenerse en pie.

 

La señora que momentos antes había visto estaba teniendo un ataque de pánico y empezó a llorar.

 

Se paralizó en pleno arroyo de la calle y era tal su miedo que no se daba cuenta el peligro de estar en ese lugar.

 

Era una avenida de un carril de cada sentido y ambos estábamos muy cerca uno del otro. La única reacción que tuve al verla fue ir hacia a ella y empezar a hablarle de una manera calmada.

 

Sin embargo, el temblor subía de intensidad y fue ahí que comprendí que la única forma de resguardarnos era sentarnos en el pavimento cerca de la banqueta.

Al principio no me pareció una buena opción porque comencé a ver los cables alrededor y la posibilidad de que uno de ellos cayera por el propio movimiento que aún estaba latente.

 

Aún así no vi otra salida y preferí permanecer así aunque sentí a los autos muy cerca de nosotros, esperaba que lograrán percatarse de nuestra presencia y evitarán un accidente.

 

Todo paso tan rápido que no recuerdo a ninguna otra persona y mi vista nubló todo mi alrededor. Me enfoque en esa señora y en que solo de mi dependía cuidar de ella.

 

El temblor pareció durar demasiado pero claramente uno pierde la noción de todo y los sentidos se alteran por completo.

 

Creo que tener que mantener mis palabras suaves y pasadas fue la manera en que yo asimile para mí mismo ese miedo que sentía y que se guardo muy en el fondo hasta desaparecer. 

 

Una vez que empezo a regresar todo a la normalidad, varias personas se acercaron a la señora, como si la conocieran decían su nombre. 

 

Se enfocaron en ella y yo simplemente la mire y la deje ahí con ellos, sus vecinos, que serían quienes la ayudarían a llegar a casa.

 

Camine con una leve angustia más por ese llanto de ella que por lo sucedido. Mi mente se fue despejando y observe a mi alrededor a las personas con el mismo efecto de incertidumbre de cuando no sabes que ocurrió. 

 

Todos sabíamos que no había sido un sismo como muchos otros pero no entendíamos que había provocado más allá del susto. 

 

Las construcciones estaban intactas y no se percibía daño alguno que alertara de la verdadera intensidad ccob la que ocurrió. 

 

Tan extraña e indiferente fue la transición del caos a la calma que pareció que nunca hubiera ocurrido. 

Los autos seguían circulando por la avenida y todos retomaban sus caminos. 

 

Avance unas cuadras más y llegué muy cerca del periférico oriente, iba de las avenidas más transitadas de la ciudad. Esta avenida tiene un segundo nivel soportado por grandes columnas a todo lo largo de la avenida y es donde se ubica en lo alto una ruta del sistema colectivo metro de la ciudad. 

 

La circulación del tráfico era conflictiva desde que llegué a la zona, sólo que esta vez regresaría en una hora pico. Atribui ese aumento de flujo vehicular a ese horario y el caos normal que es similar en toda la ciudad. 

 

Pará mi nada había cambiado, porque todo ese entorno era desconocido y sin más aborde un autobus que me llevaría a casa. 

 

Con el pasar de los minutos notaba que el tráfico nos detenía cada vez más pero no di mucha importancia, incluso me centre en el efecto de dos patrullas que pasaron esquivando autos como en una especie de persecución. 

 

Alteró a todos un poco aquel sonido de las sirenas que se fue alejando y fundiendo en los sonidos urbanos. 

 

Una persona subió al autobus y se mostró muy alerta de su teléfono móvil. Comentó con otro tripulante que al parecer se había desplomado un edificio en la colonia  Condesa que es en donde se encuentran los edificios más antiguos y con ese tipo de riesgo por un temblor. 

 

Fue obvio que los demás tripulantes estuvimos atentos a ese mensaje, aunque por inercia volvimos a la cotidianidad de nuestro viaje en curso. 

 

Alrededor de la avenida no parecía verse ningún daño al inicio del recorrido pero pude notar una barda que había caído sobre un coche estacionado. Mi mente justificó el hecho con la teoría de que quizá estaba mal construido aquel muro y era obvio que era mas fácil que se cayera. 

 

Más adelante un local comercial se encontraba con mucha pintura escurriendo dentro de su acceso y en las banquetas por el efecto del movimiento y el peso de las cubetas. 

 

De ahí en más no me percate de otros daños y considere que no era para tanto. 

 

Al instante recibí una llamada de mi padre, quien me preguntó si todo estaba bien. Le mencioné lo ocurrido y que al parecer eran daños menores y no había porque alterarse . 

 

Se tranquilizó con mi respuesta cuando le dije que me faltaban treinta minutos para llegar a casa y que le diría si sabía de algo más. 

 

Ya cercano a mi rumbo decidí por un error de cálculo bajar del autobus algunas cuadras antes y me centre en mi falla y la distancia que aun me faltaba para llegar a casa. 

 

Era la hora pico del tráfico y se sumaba con la salida de los estudiantes en otra avenida muy transitada.

 

Mi zona era Coyoacan, al sur de la ciudad , donde se encontraba mi taller, dentro del Multifamiliar Tlalpan, que es una unidad habitacional conformada por diez edificios horizontales de cinco pisos y cada uno con 40 departamentos. 

 

Ese conjunto habitacional recién había conmemorado su sesenta aniversario y en esa época era un proyecto muy innovador por la modernidad y diseño de espacios comunes. 

 

Yo vivía en la planta baja del primer edificio de la orilla junto a una avenida de cuatro carriles en ambos sentidos y la vía del Tren Ligero dentro del camellón. 

En total esa avenida era de casi 60 metros. En la ciudad de México estas grandes avenidas son monstruos vehiculares que sólo se pueden atravesar subiendo la escalera peatonal. Frente a mi edificio estaba una de esas escaleras y una zona de canchas deportivas con malla ciclónica. 

 

Caminando hacia mi zona que aún estaba muy lejos, empecé a sentir un ambiente raro, entre esas multitudes que se generan cuando evacuan por un temblor y una sensación de desconcierto. 

 

Entre más me acercaba a mi cuadra, se fue despejando la gente y quedé lejos de esa multitud de estudiantes. 

 

Cruce la avenida y llegué a un parque que estaba en contra esquina de mi edificio. Parecía estar más calmado entre más me acercaba a mi taller. 

 

Fue cuando recibí una llamada de un amigo, quien un poco alterado preguntó si estaba bien. La respuesta fue la misma que di a mi padre anteriormente ya que seguía sin notar nada más allá del tráfico y un protocolo de evacuación.

 

Mi amigo fue insistente y con indiferencia seguía relatando lo que pasaba a mi alrededor. Entre más me acercaba a la avenida fui notando una atmósfera extraña mucho más extraña. 

 

De pronto, me quedé paralizado ante lo que mis ojos apenas podían creer. 

 

Tuve que cortar la llamada abruptamente.

 

Esa tarde ya nada volvería a ser igual...

 

 

Capitulo 3 

 

En nuestra vida siempre recordamos las experiencias de acuerdo a lo trascendente que fueron. Ese recuerdo nos marca y siempre está presente para acompañarnos. 

 

Había llegado al edificio donde vivía en Coyoacan, tras haber sentido ese sismo una hora atrás al salir de la fundicion donde deje mis esculturas. 

 

No había impactado en mis emociones ya que durante el trayecto de regreso no notaba un rastro directo. 

 

Aunque sentía una atmósfera de incertidumbre a mi alrededor, para mi había sido el efecto cotidiano tras esos temblores que se viven constantemente en la ciudad. 

 

Esa tarde frente a la gran avenida que colindaba con mi edificio, pude darme cuenta de una escena que me alarmó. 

 

Dos trailers ubicados a cada lado de la vialidad, cerraban el paso a los cuatro carriles respectivamente para evitar el flujo. 

 

Asimismo, la malla ciclónica que resguarda la vía del tren ligero había sido cortada en algunos tramos. Una situación alarmante por el riesgo que esto implicaba ya que las personas atravesaban en multitudes hacia un punto que sitio que aún no descubría. 

 

Este momento me lleno de sorpresa por el caos que empecé a notar a lo lejos. Empecé a ver muchas cubetas en la banqueta y vecinos saliendo nerviosos sin dar explicación alguna. 

 

Yo parecía ser el único que no formaba parte de la escena y conforme me fui acercando a donde la multitud se aglomeraba, empecé a sentir la desesperación en los rostros de las personas. 

 

Mujeres envueltas en llanto sin poder comprender nada observando a todas partes como buscando respuestas. 

 

Fue así que mientras avanzaba al centro de la avenida voltee y descubrí el origen de todo. 

 

Uno de los edificios de la misma unidad habitacional donde vivía se había derrumbado. 

 

La imagen sigue vigente en mi memoria de manera tan clara que reveló en un segundo lo que enfrentaría más tarde. 

 

Me quedé pasmado al ver como tantas personas corrían para ayudar a retirar escombros o simplemente a observar la tragedia. 

 

Un edificio de cinco niveles por cien de largo se había desplomado y de él sólo quedaban las losas encima una de otra, contenidas en una planta baja que soportaba el peso total del escombro de cincuenta viviendas compactada. 

 

Recuerdo haberme quedado en silencio total con los ojos fijos en ese edificio. Al instante pensé que se trataba de un sueño del que despertaba de inmediato. Era real lo que veía frente a mí y lo único que pude recordar de ese  edificio fue que tres horas antes había estado frente a el. 

 

Como parte mi rutina desde que llegué a vivir a la Ciudad de México, visitaba una biblioteca que se ubicaba a unos metros de ese edificio. 

 

Muchas ocasiones permanecía por horas en ese lugar, pero ese día mi estancia fue de cinco minutos solamente. 

 

Esta rutina se había foto ese día al igual que mi visita a un supermercado cercano que también era parte de mi plan semanal y que por alguna razón pospuse.

 

Pense en esa pequeña posibilidad que se eliminó por ese cambio de mi ruta ya que si hubiera permanecido como regularmente hacia, era muy seguro que yo fuera quien viera el desplome en el momento justo y quizá hasta haber muerto mientras evacuaba la zona. 

 

Siempre que recuerdo todo, me queda ese cabo suelto del impacto personal y emocional que se hubiera provocado en mi tras una escena de esa magnitud. 

 

Mi mente no sabía bien cómo reaccionar y volvió a crear un panorama posible en el cual era mi edificio el que pudo haber caído. Voltee a verlo casi instantáneamente y me di cuenta de lo real que era la idea de que en cualquier momento como parte del efecto de ese temblor, pudiera caer otro edificio, el mio. 

 

La idea de que había tenido suerte en que no fuera mi edificio el derrumbado, me hacía aceptar la posible perdida de mi hogar. 

 

Había sido afortunado en no estar dentro de mi taller, ni cerca de esa zona sino hasta una hora después. 

 

Los ánimos eran muy pesados y la tragedia se sentía entre más me acercaba. Admito que no quise estar donde la multitud por evitar entorpecer las acciones de rescate improvisadas por los vecinos. 

 

Para las cinco de la tarde aún no había autoridades que resguardaran ni siguieran protocolos de rescate. 

Por lo mismo era importante tratar de seguir a algunos líderes que pedían apoyo de diferentes manera. 

Me mantuve inerte ante el esfuerzo de creer en esa realidad mientras me resguardaba en el camellón. 

 

Las personas desde el otro sentido de la avenida salían de los coches apresurados para llevar agua a los rescatistas improvisados. 

 

Al tiempo que veía esa escena, otra más me inundaba y de manera incesante empecé a quedar envuelto en la tragedia. 

 

Nadie estaba seguro de que decir, simplemente actuaban por instinto para ser parte de la esperanza colectiva. 

 

En donde yo permanecía empecé a ver varios objetos llenos de polvo que me impactaron al instante. Se trataba de muebles y artículos personales que estaban siendo sacadas de los escombros. Fue muy fuerte ver aplastadas las cosas reducidas a fierro viejo lleno de polvo. 

 

Me llamó la atención cuando una persona aventó una bicicleta que tenía una de sus llantas doblada casi por completo. 

 

Me preguntaba a quien pertenecía pero más si esa persona aun seguía ahí dentro con vida. 

 

Veía tan lejana la posibilidad que me inundaba un llanto que quedó atrapado en mis ojos. Empecé a sentir una tensión incalculable y mi cuerpo seguía quieto. 

 

Me tomaba el rostro con las manos como queriendo despertar de esa pesadilla. 

 

No hablaba con nadie porque no tenía idea de qué decir y aunque escuchaba a las personas relatar los hechos, sentía que quería estar solo y lejos de todo. 

Algo en mí me pedía que me quedara a entender esto y a reaccionar. 

 

Fue muy triste lo que veria después a unos metros de mi. Un joven que también permanecía un poco como yo pero tanto desenganchado de ese ambiente, tenía la mirada fija en las cosas que se acumulaban en esa parte de la calle. 

 

Recuerdo que note su expresión de alerta al ver esa bicicleta arrumbada. 

 

Sigilosamente y aprovechando el caos, se acercó lentamente y empezó a ver los daños que tenía. 

Yo no lo podía creer pero note su deseo de robarls aún sin importar toda la escena y lo injusto de aquel delito. 

 

Se mantuvo un tanto expectante al principio u después tomó valor para moverla unos metros, nos llegamos a ver fijamente pero mi reacción era más de sorpresa que se enojo. 

 

El hombre que minutos antes había aventado aquella bicicleta logró percibir la intención del joven y le grito 

.-qué te pasa, vete de aquí, no quiero volver  a ver que intenta acercarte a robar. 

 

El joven lo vio asustado y se alejo unos metros y se disperso entr la multitud. Ya no lo volví a ver pero estabs seguro de que lo volvería a intentar. 

 

Una sensación de enojo me lleno por dentro al ver como hay personas que no sienten nada ante estas situaciones más que la oportunidad de ser egoístas y sacar provecho. 

 

Después de ese momento me acerque más a donde todo ocurría. Podía notar cientos de personas amontonadas pasando las mismas cubetas que ya había visto antes de darme cuenta de todo. 

 

Se trataba de cubetas que se llenaban de escombro y que iban pasando en una cadena humana para liberar la zona. 

 

A sí vez junto a la zona afectada, en un árbol una persona en lo alto gritaba que guardarán silencio. 

Subia el puño en señal de silencio y con una cartulina pedía silencio. 

 

Ese momento fue impactante porque todas las personas que estaban en ese lugar de manera automática respondían ese llamado. 

 

Esa sería la primera de muchas veces que fui parte de ese silencio. Era estremecedor ver como todos se unían a una señal. 

 

Aún así se sentía una impotencia ante el ruido generado por personas ajenas que tomaban fotografías o comentaban lo su decido. La presencia de dos helicópteros de prensa que volaban cerca de la zona generó un enojo colectivo. 

 

La gente empezó a gritarles para que se fueran, agitando los brazos desesperados. 

 

De pronto un impulso me hizo entender lo que tenía que hacer...

 

 

Capitulo 4

 

Las emociones son impulsos que nos hacen reaccionar antes las tragedias de una manera que nunca imaginamos. 

 

Tras haber descubierto poco a poco esa escena de un edificio desplomado cerca de mi taller, me encontraba invadido por una sensación de vulnerabilidad. 

 

Las personas reflejaban en sus rostros un desconsuelo total y mi mirada había ido cambiando con cada detalle que encontraba en mi camino. 

 

Cerca de mí mientras iba y venía entre la multitud como queriendo pertenecer y no, escuché a una vecina que comentó que había otros edificios destruidos. 

 

Mencionó algo sobre un supermercado a unas tres cuadras que también estaba colapsado. Se trataba de él mismo lugar al que yo pensaba ir en la hora en que él temblor ocurrió. 

 

Mi mente sincronizaba ese destino como uno más de los que no se concretaron en mi rutina ese día. 

 

Me asustaba sentirme acorralado por los daños y me empezaba a crear en mi mente una ciudad abatida que vivía esa escena desde muchos más panoramas. 

 

Yo sólo era parte de una parte de los hechos pero me daba cuenta de que en otros cientos de lugares seguramente estaban pasando tragedias similares. 

 

Mi cuerpo se lleno de estrés y sentí mi cuerpo atrapado en la situación y fue así que desde mi interior una voz me pidió hacer algo para ayudar.

 

Sin pensarlo me acerque a la fila de personas que a un costado de la zona afectada recibían cubeta llenas de escombro. 

 

No me sentía útil de otra manera y fue así que me integre para ser un eslabón más de esa cadena de ayuda. 

 

Las cubetas iban con tanta rapidez que obligaba a estar atento en todo momento. 

 

Se sincronizaba por momentos la línea de apoyo en dos hileras que por momentos se detenía por algún incautó que tomaba las cosas con calma. 

 

Pará mí por el contrario era una necesidad hacerlo con la mayor velocidad ya que entre más tiempo pasaba menor probabilidad había de encontrar sobrevivientes. 

 

Había algunas personas que nos indicaban que teníamos que agilizar el flujo de escombro ya que eran necesarias más y más cubetas.en un área común a unos cien metros del edificio era donde se empezaban a colocar las montañas de escombro. 

 

Cubetas pesadas que wn ese momento no me lo parecían, fueron generando un cansancio y algunas lesiones como producto de esa adrenalina que no mide consecuencias. 

 

Mi complexión delgada en una situación normal no hubiera podido ser de mucha ayuda para tal esfuerzo físico, pero era más el deseo de ayudar y querer liberar tanta energía y estrés que mi capacidad de carga aumentó.

 

Podía sentir como mis brazos y espalda no se daban por vencidos ya que me había vuelto parte de este rescate. 

 

Se nos fueron dando cubrebocas de tela para protegernos del polvo que aún esparcia, creando una nube de polvo café y blanco que nos cubría por momentos. 

 

Por otro lado, algunos vecinos y pequeños negocios se organizaron y fueron dándonos comida y agua para recobrar energías. Era la hora más intensa del sol y la mayoría de nosotros habíamos sido sorprendido sin alimento. 

 

La solidaridad se empezo a percibir desde muchas personas y se empezaron a seccionar actividades de rescate. 

 

Recuerdo que hubo un momento donde comencé a sentir que no era suficiente con estar dentro de esa cadena sino que necesitábamos corregir la ruta y disminuir tiempo de descarga. 

 

Mi mente intentó buscar una solución rápida y empecé a explicar cómo resolverlo. También note que las cubetas se quedaban varadas en las zonas del escombro y fui corriendo para recuperarlas y reactivar ese flujo. 

 

Recordando esas reacciones desesperadas creo que por momentos tuve la atención de un grupo de personas y me volví una especie de líder temporal. 

 

Explicaba que debíamos hacer para ayudar de una forma más eficiente y era escuchado y acompañado en el proceso. 

 

Era impactante mi propia reacción que es inevitable sonreír ante ese coraje que me alimento y en donde quería dar todo lo que estuviera en mis manos.

 

La tensión y el cansancio iban aumentando y entre cargar, recolectar y correr con cubetas me sentí aliviado de ser parte. 

 

El tiempo fue pasando y yo confirme cambiaba de actividad también me movia de zona. 

 

A las siete de la noche empezaría a oscurecer se y las labores de rescate se complicarían. 

 

Era muy importante acelerar el rescate ya que las primeras horas son las más cruciales para encontrar personas aún con vida. 

 

Esos rescates se habían vuelto la razón de ser ese día y todos estábamos conscientes de que de nosotros dependía salvar esas vidas. Todos y cada uno eramos parte clave como un equipo de desconocidos que se habían vuelto familia. 

 

Las personas que dirigían desde el centro de la zona afectada empezarían a pedir ayuda diferente. 

 

Las cubetas dejaron de ser importantes y ahora se solicitaban lámparas, extensiones de luz y baterías para resolver el problema de la luz. 

 

Pará ese enronces comprendí que toda la unidad habitacional se había quedado sin luz eléctrica y pronto esos pasillos se llenarian de oscuridad como un símbolo de la tragedia. 

 

La luz ahora sería esa esperanza latente que permitiría pensar en un futuro para quienes aguardaban entre aquellos escombros. 

 

Pienso que cada minuto que pasaba me alimentaba de esa carga emocional, desbordandose de diferentes maneras. 

 

Fueron las horas más intensas de mi vida pero sin duda creo que son las que más han valido la pena. 

Observar como las personas se sumaban a la labor era algo que alimentaba el espíritu y de esta manera se olvidaba el cansancio y el dolor. 

 

Después de permanecer en esa cadena de rescate se disperso la gente y se empezaron a organizar de otras maneras. 

 

El escombro se acumulaba en otras zonas y se empezó a restringir el acceso. Algunos andadores estaban en total oscuridad, lo que generó el vandalismo que aunque no note en ese momento, después sería otra de las preocupaciones de los afectados. 

 

Por mi parte, quería saber en qué otras formas podía ser de ayuda y fue así que recorriendo la zona, me integre a la recolección de víveres en las canchas deportivas justo frente a mi edificio. 

 

Ese sería el centro de acopio improvisado en el cual me integraría en otra cadena de ayuda sobre una escalera peatonal y dentro del lugar almacenando botellas de agua que se separaban de las despensas que se entregaban. 

 

De esta manera la noche transcurrió y no siquiera me había percatado de mi teléfono celular. 

 

Una vez que sentí que mi cansancio me rebasaba, decidí sentarme en la banqueta y observar como sucedían las cosas. 

 

Aún cansado, recorría de ida y vuelta cada sitio para entender cómo estaban ocurriendo las cosas. 

 

Alrededor de las diez de la noche, lograron restablecer la electricidad y se implementaron medidas de seguridad para la zona. Se acordono el área afectada y algunas autoridades comenzaron a llegar. Cuatro ambulancias estaban listas para la salida de algún herido y una docena de médicos coloco sus casas de campaña cerca del lugar. 

 

La multitud se fue dispersando hasta resguardar el rescate. Las señales de silencio que se solicitaban con el puño levantado incrementaban entre más pasaba la noche. 

 

El tiempo parecía desaparecer y todas las miradas estaban atentas a ese lugar. La vialidad se mantuvo cerrada de un sentido y del otro se reabrio para evitar el tráfico y por ende el ruido. 

 

Aún así a mi parecer las medidas eran insuficientes pero esta vez no podía hacer nada más.

 

Caminando con un dolor intenso en brazos y espalda recibí algunos víveres que me ayudaron a recuperar un poco de energía. 

 

Sin embargo, el estrés estaba dentro de cada musculo y cada pensamiento. Quise saber la hora y encendí mi teléfono. De inmediato alrededor de cincuenta mensajes se habían acumulado a lo largo de la tarde. 

 

Me sentía tan extraño y observado como nunca me había gustado que me vieran. Sería muy cansado recapitular lo sucedido toda esa tarde y decidí al azar contestar algunos. 

 

Sin darme cuenta mi teléfono se descargo y desde ese momento me sentí más solo que nunca...

 

 

Cspitulo 5

 

Un instante puede volverse una eternidad. 

 

El tiempo es tan relativo que los momentos de caos pueden duran mucho más de lo que pensamos.

 

Tras haber sido parte del rescate y la recolección de víveres, me mantuve de pie recorriendo la zona afectada. 

 

Mi cuerpo estaba cansado pero mi mente mucho más alterada por ver tanta movilidad en tan poco tiempo. 

 

Caminaba entre las luces de vehículos, gente acumulada en la avenida queriendo ayudar, rescatistas, vecinos llorando y víveres que seguían llegando. 

 

Durante este vaivén en ese lugar, me fui alimentando un poco de los víveres que me entregaban. Por momentos me sature de los mismos como parte de esa ayuda desmedida de parte de todos quienes observaban mi cansancio y el de otros vecinos. 

 

Supongo que se delataba en nuestros rostros ese estrés de toda la tarde y de la incertidumbre de no saber a dónde ir. 

 

Esa noche el tiempo parecía alargarse al punto que llegue a sentir esa noche como una eternidad. 

 

Sin embargo, al notar que mi cuerpo debía descansar tome la decisión de sentarme para descansar. 

 

Cuando estas entre todo ese caos es difícil descansar la mente y a veces tienes que buscar algo en que distraerte. 

 

En mi caso se trataba de encontrar donde cargar mi teléfono móvil. 

 

Comencé preguntando a algunos policías que resguardaban la zona y ninguno de ellos me permitió hacerlo. Mi intención se desvanecía entre más preguntaba a los alrededores. 

 

More que llegó un camión de militares a organizar la situación pero más me parecía que sólo estaban haciendo presencia que ayudando directamente. 

 

Se empezó a hacer un acordonamiento más amplio para permitir la salida de alguna ambulancia con sobrevivientes. 

 

Fue entonces que entre esa señal de silencio con la mano levantada a lo lejos se escucharon aplausos. 

 

Fue un momento muy fuerte porque creo todos sabíamos de lo que se trataba. Una persona había sido rescatada y las labores estaban resultando. 

 

La sensación inmediata de escuchar aquellos sonidos  a lo lejos provoca una paz interna que equilibra las emociones. 

 

La tristeza desaparece y la nostalgia toma su lugar como ese mensaje esperanzador que te agradece por ser parte de la ayuda. 

 

Es ahí cuando los rostros desencajados empiezan a cambiar y las miradas se cruzan entre sí en silencio, porque saben que todo va estar bien. 

 

La atmósfera se percibe muy diferente cuando se crea ese silencio repentino y cuando la ambulancia avisa su salida con las luces. 

 

Entendería que el tiempo efectivo para rescatar personas vivas se acorta con cada hora y que el uso de maquinaria manual o mecánica es imposible para quitar escombro  hasta pasado el momento crítico.

 

Después de dar el aviso de no sobrevivientes es cuando se permite entrar con apoyo mecánico porque el riesgo a dañar a algún herido debajo de los escombros es mínimo y por eso antrs se tiene que dar un margen de vida. 

 

Nadie de los que estábamos ahí queríamos que ese momento llegara porque significaba el final del rescate. 

 

Los testimonios entre vecinos empezaba a resonar en el ambiente y era así que empecé a conocer sobre algunas víctimas que habían quedado atrapadas. Era la manera más cruel de enterarse de que había conocidos o familiares de ellos ahí dentro. 

 

Hay situaciones que apenas puedo imaginar, como aquella en donde los familiares llegan con los rescatistas para anotar el nombre de algún desaparecido que saben estaba dentro del edificio como resultado de esa rutina inamovible. 

 

Una de las historias que me estremeció por completo fue cuando escuché la situación de dos niños a los que su madre dejó encerrados con llave para salir a la tienda y que fue imposible pensar que hubieran podido salir a tiempo. 

 

Esta historia me parecía desgarradora no sólo por el hecho de saberlos ahí atrapados sino también por el sentimiento de culpa de la madre que descubre la escena trágica al regresar a casa. 

 

También conocí la historia de algunos adultos mayores que difícilmente hubieran podido salir a tiempo ya que parte del caos de ese sismo fue que las alarmas no sonaron a tiempo. 

 

No sabía con certeza que pasó con esas víctimas de las cuales escuché por nombre y número de departamento. 

Entre el caos es difícil confirmar si alguno de ellos ese día cambio su rutina como me pasó a mi. 

 

Según recordaba solo 72 horas era el tiempo que se daba para considerar alguna persona viva y de esta manera se conocería el saldo de sobrevivientes. 

 

Por tal motivo desde que alguien se encontraba deambulando en la zona se obligaba a seguir el protocolo de rescate al guardar silencio una vez que se levantaba desde lo lejos el puño sin importar que se estuviera a unas cuadras de la zona dañada. De la misma manera los vehículos debían detenerse y las personas debían dejar de caminar y evitar hablar. 

 

Se paraliza a por unos segundos la zona y después se retomaba la dinámica normal. Esta manera era la más efectiva si uno quería ayudar porque aunque no se estuviera directamente rescatando entre los escombros, era como entregar un poco de esperanza al momento de respetar la señal. 

 

Nadie se negaba a seguir este lenguaje colectivo de apoyo e incluso era una manera de recordarnos que alguien podía estar siendo escuchado muy adentro del escombro y que significaba una vida más. Nos hacía parte de este símbolo de solidaridad que con el pasar de esas horas sería parte de nuestros recuerdos. 

 

Esa noche el cielo estaba nublado y se nos hizo saber que con la lluvia se disminuían las posibilidades de rescate por ser peligrosas para los rescatistas. Recuerdo mi sentimiento de preocupación al ver caer esas primeras gotas de lluvia que tomaban a todos por sorpresa. 

 

Afortunadamente pareció sólo ser un falso augurio o quizá era tanta la energía acumulada de una ciudad herida que logró alejar las nubes esa noche. 

 

Una vez que lograron restablecer la iluminación de la zona, colocaron unos reflectores y en ese momento se dejaron de solicitar lámparas y baterías. 

 

Las labores de rescate se volvían más seguras y sin duda las horas de descontrol habían pasado con cada hora de esa tarde. 

 

En mi búsqueda por un lugar donde cargar mi teléfono, avance del otro lado de la avenida esta vez entre el camellón y las vías del tren, donde seguían acumulando víveres y agua embotellada.

 

Mw acerque a la zona afectada desde el frente, aunque lo más cercano que pude eran unos 40 metros desde los carriles lejanos. 

 

Fue ahí que mis ojos capturaron la escena de ese edificio aplastado con cada una de sus cinco losas y un nivel de planta baja que había quedado intacto ante el peso total. 

 

Se veían rescatistas que caminaban entre el montón de acero y concreto buscando como iluminar entre los espacios o escuchar algún sonido sutil que emergiera desde dentro. 

 

Acercarse más de esa distancia ya era imposible y de hecho estaban empezando a pedir a la gente que apagarán sus teléfonos móviles porque interferir con sus aparatos de rescate que media vibraciones de baja frecuencia. 

 

Era difícil lograr que todos aceptarán esa medusa ya que era el medio más directo para comunicar lo que estaba ocurriendo en otras zonas. 

 

Ya antes había escuchado de dos edificios que acababan de colapsar a unos kilómetros dentro de esa misma zona. 

Escuchar esas noticias me dejó helado y empecé a sentirme en una zona de guerra en donde instantáneamente empiezan a caer edificios resentidos por el sismo. 

 

Entre ellos visualizaba el mio y wn general toda la zona habitacional ya que si uno había caído eran altas las probabilidades de que hubiera un efecto domino.

 

Mi mente cansada empezaba a estar dispersa y retome aún así la búsqueda de batería. Me acerque a un coche que se encontraba cerca y pedí me ayudarán. 

 

Eran dos jóvenes que sin dudar me ofrecieron su ayuda sin saber todo lo que para mi significaba ese momento. 

 

Ese fue el primer gesto de solidaridad directo que recibí como damnificado.

 

Me habían hecho sentir un poco menos solo...

 

 

Capitulo 6

 

Cuando nos sentimos vulnerables solo hay un lugar donde podemos sentirnos seguros...

 

... en casa. 

 

Durante ese día había viví entre un mundo de emociones para wl cuál no había sido preparado. La incertidumbre, la tragedia, la impotencia, el desconsuelo y el dolor se mezclaban por momentos con la empatia, la solidaridad, la alegría y la esperanza. 

 

Uno a uno alteraron mi condición humana sin avisar y me envolvían como un ser indefenso que de por sí ya vivía en esa gran ciudad y había aprendido a estar solo, para ahora tener una prueba final de valentía y resiliencia que jamás espere vivir. 

 

Meses atrás había cumplido tres años viviendo solo y empezaba a disfrutar esa estabilidad como artista. Disfrutaba la gran ciudad y se habrían las posibilidades. 

 

Quería hacer tantas cosas pero no contaba con ese suceso que empezaría a marcarme desde esa primera noche. 

 

En ese coche al que pedí ayuda para cargar mi teléfono se encontraban dos jóvenes que me invitaron a entrar para descansar. Imagino que el rostro empolvado o mi voz débil eran la evidencia de mi situación. 

 

Ellos fueron las primeras personas con quien intercambie emociones desde diferentes experiencias. Les platique que yo vivía en uno de los edificios que estaban en la zona y me compartieron su vivencia desde otra zona. 

 

Me contaron que esta era la tercera zona a donde llegaban  pats ofrecer ayuda y que venían de otros sitios que tenían el mismo caos. Que desde la tarde se detuvo toda la ciudad y ellos estaban buscando la manera de ayudar aunque era un descontrol total y también estaban agotados. 

 

Fue un deshago colectivo en donde me sacaron de mi zona para informarme como la estaba pasando otras zonas. Yo me había encerrado mentalmente en pensar solo en la tragedia de mi ubicación cuando existían otros edificios en iguales condiciones. 

 

No sabían con precisión de cuántos daños se habían provocado pero si mencionaron que por la tarde dejaron de funcionar transportes públicos y el metro. 

 

Al parecer fue cuando yo llegue caminando a los edificios cuando como un ajedrez, fueron cayendo edificios y la gente entró en pánico. 

 

Las zonas de la ciudad se quedaron incomunicadas entre sí porque era imposible trasladarse en transporte público y eso generaba impotencia y desesperación. 

 

A su vez, se perdió señal permanente en comunicaciones durante horas en las que no sólo fue físico el caos sino de manera virtual. 

 

Nadie estaba seguro de cómo estaba ocurriendo todo y la única manera de movilizarse era caminando para ka mayor parte de la población. 

 

Los coches hicieron su labor de llevar agua embotellada, las empresas de alimentos también se solidarizaron y repartieron lo que estaba en sus manos a quiwnes ayudaban en labores de rescate. Fui testigo de cómo camionetas de panaderías ofrecían mucha comida para que recuperaramos energías y siguiéramos ayudando. 

Se sumaron infinidad de pequeñas empresas o amas de casa preparando alimentos. 

 

Todo esto estaba ocurriendo simultáneamente en toda la ciudad y escuchando esos relatos que ellos me estaban contando descubrí que esto era mucho más grande de lo que creía. 

 

Me sentí tan pequeño en medio de la nada, inconsolable mentalmente pero al menos con la esperanza de que estaba apareciendo mucha ayuda. 

 

Los dos jóvenes me dijeron que tenían que ir a descansar esperando que se hubiera cargado lo suficiente mi teléfono. 

 

Me dijeron que era muy tarde y que me fuera a descansar para lo cual regrese la intención haciéndoles ver que su ayuda había sido muy importante y valiosa para mi. 

 

Salí del vehículo tras treinta minutos y justamente al despedirme pregunte la hora, ante su insistencia de comentar que al parecer era muy tarde. 

 

Me comentaron que eran las 4 am y en ese momento quedé atónito y sorprendido. Claramente mi cuerpo reflejaba tantas horas de cansancio caminando de un lado a otro sin medir el tiempo. 

 

Había escuchado de manera intermitente algo acerca de un albergue pero la verdad es que jamás me informe mas allá de escuchar algunas frases dispersas. 

 

Me sentía tan perdido entre una avenida que no mostraba lógica con el horario y yo ahí sin saber qué hacer. 

 

Estaba tan adolorido que me quede pensando fugazmente en a donde ir. Era obvio que entrar a los edificios no ers una opción por el riesgo que implicaba una replica. 

 

Mi mente no tenía respuestas y poco a poco dejé de pensar para quedarme parado sin sentido las luces, los sonidos y mi realidad. 

 

Eran de madrugada y no sabía qué hacer ni a quién acudir. Estaba ensimismado y supongo que lo único que pensé era en ir al lugar donde me sintiera mad seguro y protegido. 

 

No se trataba de algún albergue o a un sitio desconocido donde pudiera sentirme ajeno o más extraño. 

 

La única respuesta para ese momento fue entrar a mi edificio y abrir la puerta de mi estudio en esa planta baja. 

 

Se encontraba a oscuras, como abandonado y callado. Parecia un duelo muy íntimo que se estaba llevando a cabo en cada habitación. 

 

Por la tarde había justo después de descubrir el caos, me había dado un poco de tiempo para entrar a ver que daños tenía mi estudio y aunque vi muchos materiales y repisas en el piso, no había grandes afectaciones. 

 

Lo que si puedo recordar que me impacto fue ver algunos de mis cuadros más pesados totalmente inclinados sobre el muro. 

 

Ver esto y el piso lleno de cosas me mostró la escala del sismo y que de haber estado dentro mientras ocurría me hubiera sido muy fuerte. 

 

Agradecí después por no haber vivido en mi estudio este trágico momento que sin duda me hubiera marcado de una forma muy diferente. 

 

Esta vez al entrar de madrugada y ver desde dentro las luces de las ambulancias iluminando mis ventanas, pude percibir que algo había terminado. 

 

Que mi vida jamás sería igual pero que sin importar nada, tenía que permanecer en mi mundo. 

 

Me recosté casi al instante en mi cama y pude sentir ese alivio físico en mi espalda. Volteaba al techo de mi cuarto que estaba frente a la avenida y continuamente se dibujaban siluetas de personas acompañadas con murmuró. 

 

Encendi mi teléfono con una carga de 20 % y empecé a ver  algunos videos que saturaron las redes sociales. 

 

Esta vez no quería sentirme observado por tantos mensajes preguntando si estaba bien. Ni siquiera yo sabía la respuesta porque nada estaba claro esa noche. 

 

Después de ver algunos videos de edificios colapsando decidí apagar mi teléfono porque me di cuenta de que no me hacia bien nada de eso. 

 

Tenia la noticia afuera de mi ventana y a la vez estaba siendo parte de la misma. 

 

Yo sabía que entrar a ese edificio a pasar la noche era una muy mala idea por las probabilidades que había de un derrumbe. 

 

Fue ahí que comprendí la lección más valiosa que me dio la vida como artista. 

 

No existia mejor refugio para estar a salvo que entre mis cuadros porque ellos solo me tienen a mi. 

 

Esa madrugada cerré mis ojos cansados y me aferre a mi mundo. Pasara lo que pasara estaba donde quería estar desde siempre y si no salía vivo de esa noche al menos estaría rodeado de lo que amaba. 

 

Esa noche dormí profundamente entre esos sonidos que se fueron desvaneciendo lentamente. 

 

No sabía si despertaría ni como, lo único que sabía es que necesitaba estar así, en mi estudio... 

 

... mi hogar 

 

Fin

 

... mi hogar 

 

Fin

 

 

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Comments: 1
  • #1

    Montserrat Torres (Monday, 25 May 2020 16:46)

    Es increíble que al solo escribir letras éstas provoquen tantos sentimientos y hagan volar la imaginación!
    Mucho éxito querido amigo y por más vida!
    Te abrazo

 

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